Viviendo la posteridad


Ya estamos instalados en la posteridad. En cada pequeño acto de nuestra vida cotidiana, está la intención de dejar una pequeña huella, una marca. Por ejemplo, en el mensaje que dejamos en nuestra red social favorita, ese que todos leerán si nos morimos antes de desactivar la cuenta; en las fotos de la última fiesta o reunión, que colgamos presurosos y exhibicionistas. O en los blogs que llenamos con nuestras obsesiones preferidas.

Vivimos para una imaginaria posteridad, cuando menos podemos jugar a que esta existe, y tomar la delantera eternizándonos en mensajes, ideas y opiniones.

Por eso invitamos a quien lo desee, a dejar una huella en este espacio.


lunes, 26 de septiembre de 2011

Reportes Desde La Nada: Una Crónica Urbana Desde Buenos Aires.

José Navarro 

Y ahora no veo nada.
Sólo pliegues entre las sábanas que me encuentro,que dibujan formas siniestras, en las que identifico algunas recurrentes.
Una vez más siento que estoy perdido,y una angustia tremenda se apodera de mi cuerpo.

Me imagino redactando cartas a alguien y mis dedos se mueven milimétricamente buscando en el aire las posiciones de cada una de las letras de un teclado grasiento. Son confesiones. Largos y penosos tratados de culpa sobre cosas que no hice pero que asumo como si fuesen mi carga.
Siento sobre mí el peso de una mirada acusadora. Limpio mis culpas escribiendo en mis sueños....
En este mundo paralelo las más fantásticas historias se crean.
Aparecen personajes ya conocidos que hablan sin parar, que se contradicen, que interactúan entre ellos, y me quedo en el medio de todo, como un cronista de la nada, como un reportero perdido en el medio de hechos que se cruzan y que entiendo pero no puedo descifrar.

Camino entre calles sucias, y me encuentro con gente cuyo rostro me es familiar, que me saludan con alegría y me preguntan por gente que conocemos en común, y sonrío estúpidamente y siempre respondo lo mismo: Que se encuentran bien.

Una vez que esta rutina ha terminado, al alejarme, llegan a mi cabeza
como telegramas tallados en piedra, los verdaderos pensamientos de
aquellas personas. Todas aluden a lo mismo, a lo mal que me ven físicamente
y lo bien que me vendría hacer un cambio en mi existencia. ¿A qué se refieren exactamente? Tengo ganas de regresar a buscar a cada una de ellas y preguntarles eso. Pero no lo hago, por varios motivos. Podría enumerar varios, pero
me parece que el más fuerte es que soy un cobarde.

Mientras tanto, sigo saludando gente de rostro familiar que no logro identificar del todo, y que me da vergüenza preguntarles su nombre,sigo caminando por estas calles deslucidas y opacas,y sigo oyendo pensamientos negativos hacia mi persona. Solo sonrío. Y sigo caminando.

Llego a la intersección de varias calles que convergen en una plaza inmensa, que parece tener un microclima especial.
El pequeño indicio de calor que sentía en calles aledañas ha desaparecido, y se respira en el medio de sus árboles un viento frío y húmedo, que trae a la mente de inmediato sitios cercanos al mar en épocas invernales. Es de día, y no diviso a nadie alrededor. Súbitamente siento como si un inmenso peso cayera sobre mis hombros, y la urgencia de sentarme en algún lado es terrible. Mis piernas me duelen, y un malestar generalizado se apodera de mí. No entiendo que es lo que me pasa, me aterra pensar en sentirme peor y no tener a quien acudir.
Busco un sitio para sentarme, pero no hay donde, excepto unos pequeños escalones que coronan el busto en piedra de algún personaje ilustre, olvidado en el tiempo. Una cabeza tallada en piedra,anónima, solitaria en una plaza perdida. Un héroe de la soledad.
Me siento en los escalones y miro hacia arriba, esperando que el anónimo héroe me diga algo, pero no hay respuesta.
Es sentado ahí cuando reparo que estoy solo. Y que una música con una cadencia que marcaban los latidos de mi corazón me estuvo acompañando desde siempre. Una banda de sonido de vida, de circunstancias, de situaciones. Me hace
sentir que no estoy tan solo y perdido.Y a pesar de no saber en qué sitio me encuentro, y que aún me duelen los comentarios que extraños con caras conocidas
hacían sobre mí a mis espaldas, pero que podía oír, esbozo una sonrisa.
Cierro los ojos y por un segundo, soy el protagonista de aventuras fantásticas, en las que siempre me tocan papeles heroicos con final feliz. Y al
abrirlos, me doy cuenta que regresé al sitio donde siempre estuve. Entre las sábanas enredadas producto de un sueño no tan reparador.
La imagen de mi cuarto desde mi punto de vista me revela formas insospechadas, con múltiples colores e imágenes familiares desde un ángulo diferente, como cuando uno identifica detalles deformados o exagerados en los rostros de familiares de alguien bien conocido.
De golpe una imagen brillante me toma por sorpresa y mis ojos se esfuerzan para enfocarla.
Es una pantalla en blanco que me recuerda algo… Y no sé que es.



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