La capacidad de concurrencia entre los diversos actos
creativos, o más bien formas estrictamente reproductoras de lo “existente”,
posibilita el desarrollo de nuevos valores, conceptos e ideales. Sin embargo,
en el juego de epítomes iconográficos se destacan nuevas maneras estéticas y éticas de aproximación. En este sentido, el
pensamiento del artista Jaime Higa da un giro en el lenguaje creativo para dar
a conocer la existencia de otros realismos pop.
Tras sus estudios en la Facultad de Artes Plásticas de la
Universidad Católica del Perú y graduado de la Escuela Superior de Bellas Artes
Corriente Alterna, Higa lleva tiempo invirtiendo las diversas temáticas del
pop, ya sea desde las relacionadas directamente con los modos de vida de la sociedad de masas de
consumo o enmascarando unas imágenes que más allá de su papel de
representación, funcionan a la manera de símbolos personales e interpersonales.
Sus piezas no solo remiten a contenidos sociales determinados, sino también a
estructuras lingüísticas que van más allá de la estética; por ellos, la libre
expansión de las facultades de imaginación y entendimiento sugerida en su obra.
Especular sobre lo sensible implica poder repensar la matriz
del arte pop, remitida a una sociedad calificada como consumista.
Ello invita al artífice a apropiarse de esos bienes
culturales, revalorando propiamente el modo de ser de su “sujeto”. Empeoro, la
postura pop frente a la realidad nunca es crítica en sentido estricto, no es un
realismo social que sirva a ideología alguna, sino una condición que revela una
percepción consciente del deciframiento de la sociedad que lo origina: “Lo mío
no es una crítica, porque cada día estamos más inmersos en el mundo de la
imagen y criticarlos es más difícil.
Quizás haya un poco de ironía o de autoironía porque yo
también soy un gran consumidor de imagen”.
En esta ocasión la ironía se presenta como una actitud y
nunca como un fin en sí misma, lo que dificulta el tomar conciencia de ella y
pensarla desde una “distancia” crítica. No obstante, hay un momento en que
adquiere un especial relieve, presentándose como síntoma de vitalidad cultural,
el cual forma parte de un discurso retórico y antagónico que gobierna la
producción de las obras de Jaime Hiha. Solo la percepción renovada de cierto
estilo favorece la interiorización instintiva de la imagen como objeto de doble cuestión: la de su origen
y contenido, y la de su destino.
La utilización de la pintura derivada de los colores planos
del cartel, el cultivo de la bidimensionalidad, el recurso del dibujo
nítido y las técnicas mixtas como la
utilización de stickers son otras tantas características de la obra de Higa.
Intercalada entre autorretratos, el juego con ídolos tanto del ámbito popular
como académico, y el de los cómics y pinturas, encontramos la peculiaridad que
distingue a Higa, una forma de insertarse en la historia del arte. Por ejemplo
representándose en Chagall, Frida Kalhlo, Lucha Reyes o Bruce Lee: “En una
época he hecho un montón de autorretratos donde me planteo como personaje
porque el arte siempre se ha dedicado a la belleza” (risas).
Sin embargo, su pintura abarca un universo más contemplativo
y prominente, puesto que ahora último interviene personajes de índole
intelectual-vintage para traerlos al presente. “La idea era un poco trabajar
con íconos que yo creo que han perdido vigencia después de la caída del Muro,
por esa razón he creado las imágenes con representaciones del mundo neoliberal,
los cartoons… Si los mezclo con las princesitas o stickers varios es como
traerlos a la actualidad pues si Vallejo hubiese nacido hace diez años,
seguramente hubiera visto a Las Chicas Superpoderosas.
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