Es agradable ver cuando una película peruana, que se plantea
como ambiciosa, no se ahoga en sus propósitos y llega con buen aire al a otra
orilla. Las Malas intenciones, opera prima de la directora Rosario
García-Montero, es una película nacional que, en su sencillez argumental,
propone varias lecturas que van más allá de su comentada inspiración
autobiográfica. En principio, es la historia de una niña muy singular. Pero
también es el relato de una clase social que se desmorona ante la aparición de
un “nuevo país” que desconoce y también la historia de ese país – el Perú a
inicios de los ochenta- que empieza a fracturarse por la sangrienta lucha
subversiva.
La protagonista y eje Focal del filme es Cayetana de los
Heros(Interpretada con acierto por la niña actriz Fátima Buntinx), una pequeña
de ocho años perteneciente a la rancia arisocracia limeña. Hija de padres
divorciados, Cayetana se desmarca de sus frívolos pares, como un patito feo,
por tener una visión macabra de las cosas. Una obsesión tanática que la hace
romantizar el acto de morir, y, en especial, el de morir con un propósito: los
héroes de la Patria como Grau, Bolognesi y José Olaya, son sus ídolos, pues ofrecieron
su vida por un bien mayor, algo que marcará sus pensamientos y hasta su
accionar a lo largo del filme.
Cayetana vive rodeada de atenciones por parte del personal
de servicio aunque está privada de afecto familiar. Por ello, el día que le
informan que va a tener un hermanito, su mundo interno se conmociona. A través
de una estructura episódica, con escenas llenas de humor negro, somos testigos,
a continuación de su peculiar calvario, mientras siente que el bebé en
gestación le roba la atención de su madre y padrastro. Es aquí que la narración
consigue su primer nudo: la promesa/conjuro de Cayetana de morirse el día que
su hermanito nazca.
Mientras el espectador sigue atento esa premisa- y la
posibilidad de su concreción-, somos testigos de más temas que se articulan. El
mundo externo de Cayetana también está cambiando. Las clases altas limeñas
empiezan el lento proceso de replegarse sobre si mismas debido a la acción
subversiva, pero, también a causa de una transformación social que los
intimida. La respuesta ante la emergencia de ese “nuevo Perú”, que amenaza su
status, es aislarse: levantando más paredes, yéndose a veranear a altamar para
no intimar en la playa con el Otro. El asunto llega a su clímax en la escena
final, con ese carro/ataúd (otra vez el tema de la muerte) de lunas polarizadas
que le ponen a Cayetana como movilidad, y que la aísla por última vez. Su
destemplada rebelión, ante ello, funciona como descarnada afirmación de vida en
una película que, desde el inicio, juega con lo fúnebre.
Lo mejor de Las Malas Intenciones es su planteamiento y su puesta en escena,
estupendamente cuidada. Escoger el punto de vista de una niña, para narrar lo
dicho, le confiere al relato un tono subjetivo y fantasioso que lo salva de la
trampa documental y lo previene de la tentación costumbrista, que habría sido
la elección de caer en manos de otro
director peruano. No hay duda de esto. La elección de una fotografía que emula
desteñido vintage de los álbumes de recuerdos, corrobora el fuerte tinte
subjetivo de la travesía del personaje, tan personal, que se permite evocar
hasta lluvias en una ciudad en la que solo garúa, además de otras inexactitudes
históricas.
Desde luego, no todo es perfecto. Tiene razón quienes ven,
en las escenas de fantasía que involucran a los héroes de la patria, un punto
bajo, pues si bien no resultan antojadas en su concepción- al menos su última participación,
cuando se dan cuenta de la futilidad de su muerte, es brillante y consonante
con la emotiva historia de la prima desahuciada-, rompen con la suspensión de
incredulidad. Las risas en la sala de cine en un momento que se
pretendía-dramático, eran elocuentes. De otro lado, un buen editor de diálogos
habría sabido recortar aquellos donde Buntinx, dueña de un gran talento aún en
formación, recita en lugar de interpretar.
Pero a las películas buenas también se las conoce por su
capacidad para dejarnos consigo escenas memorables, que se recuerden de modo
independiente a la trama. Las Malas intenciones tiene varias. Si tuviese que
quedarme con dos, serían las de las reconciliaciones: esa muy bella entre
Cayetana y su neurótica madre (gran personaje por ser el involuntario detonante
del malestar en todo el filme) que se queda dormida, luego de dar a luz en el
hospital. La otra, sin duda, la escena del auto entre la protagonista y su
padre, bajo los acordes de Salvatore Adamo. La fuerza de la música, y el
disfrute de los personajes, construyen uno de los pocos momentos genuinamente
alegres y distendidos que se viven dentro de esta lánguida, sombría gran
película peruana.
2 comentarios:
MMM habra q verla, parece muy buena!
En lo personal, creo que la peli es muy lenta, pero el tema es interesante... No es fácil catalogarla... en todo caso, consigue el dvd...
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