1978. San José, Costa Rica.
Para Federico Herrero no existe un soporte único para la
pintura – ni sólo la tela, ni sólo el trabajo de estudio, ni solamente el
objeto adquirible. Su trabajo oscila entre telas de formatos diversos, hasta
intervenciones en pisos, muros y techos de galerías o museos, bordes de las
aceras, piscinas – el mundo entero se le presenta como un lienzo inacabable
sobre el cual se divierte pintando para establecer con él una comunicación. Sus
figuras de pensamiento parecen materializarse en lugares inéditos a partir de
su propia percepción de la realidad visual y material. Se define como “paisajista”,
sin tender a la representación de algo en particular ni asumir un simple
ejercicio formal. Ser pintor para Herrero es ejercer un placer, que enfoca
desde varias perspectivas: sus telas se alteran con intervenciones públicas
discretas, siempre concebidas desde el lugar de la pintura, y de ésta como
servicio público.
Pintar los muros de los servicios sanitarios del Museo de
Arte y Diseño Contemporáneo de Costa Rica en el 2002, o un mapamundi en una
piscina comunitaria en la Habana fueron otros de esos servicios que disfruta
realizando, como también remozar la pintura amarilla de los bordes de calles.
Le obsesionan los entornos anodinos y los detalles aparentemente normales y
corrientes e la ciudad, pero que son los que denotan características socio-económicas:
alrededor del 2000 realizó una serie de instantáneas en diapositiva de diversos
puntos de la ciudad de San José y áreas cercanas- sus Imágenes Encontradas-
dentro de las cuales la serie de ubicuas casetas de seguridad aparece como un
planteamiento sociológico. Estas fotografías complementaban su pintura al
preservar una especie de bitácora personal de experiencias diarias con el contexto urbano. Por esa misma
época pintaba cuadritos pequeños para dejarlos colgados en los árboles y las
ventanas enrejadas de la ciudad, y esperar que el destino decidiera sobre su
paradero. Sólo queda la documentación, los cuadros han desapercibido, no sin
antes ser recolocados sucesivamente en otros lugares por los pasantes….
Importante en su obra es el concepto de monocromo: la reflexión de Herrero
sobre la pintura también se basó sobre la recolección de imágenes de vallas
publicitarias de carretera, blancas, antes de la renovación del anuncio, como “monocromos
encontrados” recortados contra el cielo, en donde el vacío del blanco, de la
nada en el espacio, contrasta con lo multicolor y saturado de sus pinturas. Las
marcas viales sobre las carreteras funcionan como monocromos encontrados, y son
replicadas a la escala en las salas de exposición. Herrero se sirve de una
paleta a un tipo de composición que recuerda los vibrantes colores de los
barrios populares de Costa Rica, aplicando capas y capas que se recortan entre
sí para construir planos y perspectivas, en donde siempre aparecen sus
garabatos y dibujos de personajes que parecieran salidos de una animación
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