Viviendo la posteridad


Ya estamos instalados en la posteridad. En cada pequeño acto de nuestra vida cotidiana, está la intención de dejar una pequeña huella, una marca. Por ejemplo, en el mensaje que dejamos en nuestra red social favorita, ese que todos leerán si nos morimos antes de desactivar la cuenta; en las fotos de la última fiesta o reunión, que colgamos presurosos y exhibicionistas. O en los blogs que llenamos con nuestras obsesiones preferidas.

Vivimos para una imaginaria posteridad, cuando menos podemos jugar a que esta existe, y tomar la delantera eternizándonos en mensajes, ideas y opiniones.

Por eso invitamos a quien lo desee, a dejar una huella en este espacio.


viernes, 28 de septiembre de 2012

Miguel Angel Rojas




1946. Bogotá, Colombia.
Su actitud e intención reivindicativa utiliza aquellos medios artísticos que considera adecuados para la expresión de estas ideas lo que le ha valido la consideración de colegas y críticos.
Rojas representa un renacer del dibujo en contraposición a la superficialidad. Junto al dibujo hiperrealista, la folklorización de contenidos y la sensualidad como reivindiación contra el conservadurismo son ejes fundamentales que forman una perfecta elipse creativa.
Comenzó con el dibujo a principios de la década de los 70 como resistencia a aquellos medios de expresión dominantes del arte que venía de EE.UU. Técnica que Rojas maneja a la perfección concediendo a sus foguras de vaqueros, tema recurrente de sus primeros años, un brillo y realismo sin igual. Estos vaqueros están muy alejados del “macho” del Western, ahora son el icono homosexual que también utilizara Warhol (Lonesomes Cowboys), la figura del Cowboy de medianoche. Un hombre, no heterosexual. En sus botas una mancha blanca nos aclara lo que en el dibujo no se ve (Me llaman Trinity y Nevada Smith, 1973). La mancha de semen es obvia y será reiterada en otras instalaciones de suelos, también hiperrealistas, (Grano realizada para el Museo de Arte Moderno de Bogotá en 1980), reivindicación social de lo que se oculta como pecado, de ese estigma o mácula. El erotismo, el juego del cortejo que reflejan las imágenes, esta vez fotográficas, de los encuentros homosexuales en el teatro de Faenza en Bogotá una vez reconvertido en cine, las miradas por la mirilla de los aseos donde culmina el cortejo y comienza el voyeurismo del cronista (Sobre Porcelana). La técnica, donde el dibujo y la exposición fotográfica se entremezclan y la sutileza dice más que lo pornográfico o lo explicito. Los pequeños puntos que forman Paquita compra un helado, obra del año 1997, son negativos recortados. El sencillo e infantil trazo esconde la dura realidad y retoma ls imágenes, el carácter y la actitud critíca de sus trabajos.
Rojas es un hombre en blanco y negro, pero con muchos matices de gris y su inmersión en la pintura fue para él la más complicada. Sus primeras pinturas son un perfecto trampantojo de las pantallas de cine, el cine otra vez como acceso a nuevas formas de expresión y a lo privado y público. Sus pinturas de gran formato en gamas ocres azules con figuras de características indígenas representan sucesos duros de la realidad contemporánea colombiana y critican la alienación y colonización de la cultura extrerna (Viendo el noticiero desde las torres, 1990 o en la misma estela Videoman, 1991)

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