1946. Bogotá, Colombia.
Su actitud e intención reivindicativa utiliza aquellos
medios artísticos que considera adecuados para la expresión de estas ideas lo
que le ha valido la consideración de colegas y críticos.
Rojas representa un renacer del dibujo en contraposición a
la superficialidad. Junto al dibujo hiperrealista, la folklorización de
contenidos y la sensualidad como reivindiación contra el conservadurismo son
ejes fundamentales que forman una perfecta elipse creativa.
Comenzó con el dibujo a principios de la década de los 70
como resistencia a aquellos medios de expresión dominantes del arte que venía
de EE.UU. Técnica que Rojas maneja a la perfección concediendo a sus foguras de
vaqueros, tema recurrente de sus primeros años, un brillo y realismo sin igual.
Estos vaqueros están muy alejados del “macho” del Western, ahora son el icono
homosexual que también utilizara Warhol (Lonesomes Cowboys), la figura del
Cowboy de medianoche. Un hombre, no heterosexual. En sus botas una mancha
blanca nos aclara lo que en el dibujo no se ve (Me llaman Trinity y Nevada
Smith, 1973). La mancha de semen es obvia y será reiterada en otras instalaciones
de suelos, también hiperrealistas, (Grano realizada para el Museo de Arte
Moderno de Bogotá en 1980), reivindicación social de lo que se oculta como
pecado, de ese estigma o mácula. El erotismo, el juego del cortejo que reflejan
las imágenes, esta vez fotográficas, de los encuentros homosexuales en el
teatro de Faenza en Bogotá una vez reconvertido en cine, las miradas por la
mirilla de los aseos donde culmina el cortejo y comienza el voyeurismo del
cronista (Sobre Porcelana). La técnica, donde el dibujo y la exposición
fotográfica se entremezclan y la sutileza dice más que lo pornográfico o lo
explicito. Los pequeños puntos que forman Paquita compra un helado, obra del
año 1997, son negativos recortados. El sencillo e infantil trazo esconde la
dura realidad y retoma ls imágenes, el carácter y la actitud critíca de sus
trabajos.
Rojas es un hombre en blanco y negro, pero con muchos
matices de gris y su inmersión en la pintura fue para él la más complicada. Sus
primeras pinturas son un perfecto trampantojo de las pantallas de cine, el cine
otra vez como acceso a nuevas formas de expresión y a lo privado y público. Sus
pinturas de gran formato en gamas ocres azules con figuras de características
indígenas representan sucesos duros de la realidad contemporánea colombiana y
critican la alienación y colonización de la cultura extrerna (Viendo el
noticiero desde las torres, 1990 o en la misma estela Videoman, 1991)
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