Viviendo la posteridad


Ya estamos instalados en la posteridad. En cada pequeño acto de nuestra vida cotidiana, está la intención de dejar una pequeña huella, una marca. Por ejemplo, en el mensaje que dejamos en nuestra red social favorita, ese que todos leerán si nos morimos antes de desactivar la cuenta; en las fotos de la última fiesta o reunión, que colgamos presurosos y exhibicionistas. O en los blogs que llenamos con nuestras obsesiones preferidas.

Vivimos para una imaginaria posteridad, cuando menos podemos jugar a que esta existe, y tomar la delantera eternizándonos en mensajes, ideas y opiniones.

Por eso invitamos a quien lo desee, a dejar una huella en este espacio.


lunes, 20 de agosto de 2012

Mona Hatoum 1952



<Una obra de arte se experimenta primero físicamente. Los significados, las connotaciones y las asociaiones vienen después de la experiencia física inicial>


La biografía de Mona Hatoum, palestina de nacimiento,  ha ido tomando forma a partir de un doble exilio.
Creció en Beirut, la ciudad a la que huyeron sus padre en 1948 desde Palestina. Vivieron como extranjeros en el Libano y, en 1975, Hatoum viajó a Londres. Poco después, estalló la guerra civil en el Líbano y ya nunca puso regresar con su familia. Después de estudiar bellas artes durante seis años en Londres, se graduó en 1981 en la Slade School of Fine Arts, observando a distancia, pero cada vez con mayor preocupación, los conflictos políticos y religiosos de Oriente Medio. Reaccionó contra una masacre ocurrida en 1992 en la que murieron más de mil refugiados palestinos con una performance titulada The Negotiating Table (Mesa de Negociación). La artista se tapaba los ojos con una venda y después era envuelta en film transparente  y cubierta de vísceras sangrantes de animales. Estuvo así durante tres horas tendida sobre una mesa. Pero las víctimas no son tema de negociación: las sillas que había alrededor de la mesa estaban vacías.
Las irreconocibles reivindicaciones territoriales de israelíes y palestinos son aún la causa y el objeto de la violencia fundamentalista. Cuando Hatoum regresó a Oriente Medio en 1996 para preparar una exposición en la dividida Jerusalén, tenía el mapa del territorio muy claro. En el suelo de la galería colocó pastillas de jabón de aceite de oliva, un producto tradicional palestino, y trazó las disputadas fronteras de la región con cuentas de cristal rojas; los enclaves palestinos parecían un archipiélago diseminado. De todas formas, más que las líneas del mapa, era el olor familiar del jabón lo que traía recuerdos de la patria palestina. El título de la instalación, Present Tense (presente), expresaba el convencimiento de la artista de que las fronteras de un país no son eternas. Muy pronto haría la misma afirmación a escala global. En 1998, en la Kunsthalle Basel, trazó el contorno de los continentes con canicas de cristal, creando un mapa frágil que el menor temblor de tierra hubiera destruido.
El interés de Hatoum por la cartografía, que comparte con artistas como Alighiero Boetti, no es casual. Con la ayuda de los mapas se han hecho las guerras y se han colonizado continentes enteros. La artista trató este tema en Plotting Table (mesa de estrategias, 1998), obra en la que evocaba el tipo de mesa sobre la que se planean las  maniobras militares. En la instalación de Hatoum, el tablero d ela mesa estaba repleto de agujeros perforados a través de los cuales una luz fluorescente iluminaba el mapa desde debajo, sugiriendo que el escenario de las operaciones militares es el mundo. En la era poscolonial, el orden mundial de los poderes políticos ha cambiado constantemente: Hatoum lo reflejó en Continental Drift (Deriva continental, 2000) un mapa formado por limaduras de hierro sujetas a un brazo metálico giratorio que las mantenía en constante movimiento. 


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