Viviendo la posteridad


Ya estamos instalados en la posteridad. En cada pequeño acto de nuestra vida cotidiana, está la intención de dejar una pequeña huella, una marca. Por ejemplo, en el mensaje que dejamos en nuestra red social favorita, ese que todos leerán si nos morimos antes de desactivar la cuenta; en las fotos de la última fiesta o reunión, que colgamos presurosos y exhibicionistas. O en los blogs que llenamos con nuestras obsesiones preferidas.

Vivimos para una imaginaria posteridad, cuando menos podemos jugar a que esta existe, y tomar la delantera eternizándonos en mensajes, ideas y opiniones.

Por eso invitamos a quien lo desee, a dejar una huella en este espacio.


martes, 28 de febrero de 2012

Contracultura y posmodernidad en los ensayos de Mario Vargas Llosa por Arturo Delgado Galimberti



No parece novedoso escribir sobre la obra de Mario Vargas Llosa, pues es uno de los pocos autores peruanos cuyos libros han sido estudiados con detenimiento. A su vez, las posiciones político ideológicas del escritor suelen merecer el inmediato rechazo o menosprecio de parte de sus detractores, o la exaltación y la defensa acrítica de parte del círculo de intelectuales, escritores y artistas que conforman esos “poderes secretos”(1) enquistados en los medios de comunicación (quienes en una reciente polémica han sido también tildados como los “regios”). Pero, al parecer, a ninguno de los dos sectores les ha interesado indagar por la coherencia de Vargas Llosa (MVLL, en adelante) en relación con su cerrada defensa de la modernidad como abanderada de la libertad y creatividad humanas, así como las aporías de su discurso en tanto se lo confronta con los planteamientos posmodernos y las expresiones literarias afines a la contracultura. Adelantemos, sin embargo, que no nos mueve ningún interés en descalificar la obra ensayística de MVLL; sólo hemos rastreado sus preferencias y sus opiniones literarias en torno a los autores, movimientos y hechos relacionados con dos conceptos opuestos y contradictorios –la contracultura y la posmodernidad– en un intento de establecer en el caso de MVLL los límites y las posibilidades del discurso de la modernidad.

Finalmente, en vista de la profusa cantidad de artículos, entrevistas y breves ensayos publicados por el MVLL, nos hemos centrado sólo en sus ensayos literarios editados en el formato tradicional del libro, renunciando adrede –por razones de espacio– a cualquier otro texto en donde también se aborde esta temática.

(1) “Poderes secretos” es el título de un breve ensayo-“novela virtual” de Miguel Gutiérrez sobre Blas Valera y su Historia Occidentalis, en el cual, tras un sucinto recuento de hechos históricos que habrían determinado que este texto fuese incinerado y luego reemplazado por uno apócrifo en los Comentarios reales del Inca Garcilaso de la Vega, se revela la existencia de una cuatricentenaria secta, la cual, alertada de la existencia del verdadero manuscrito de Blas Valera que pondría en peligro los paradigmas sobre la nación y la cultura que constituyen el canon oficial que la secta protege, se encargará de silenciar este hallazgo.


La modernidad en los ensayos de MVLL
Se podrían resumir en una sola frase las motivaciones de MVLL al escoger sus temas de sus ensayos literarios: una preocupación constante por defender la “modernidad democrática”. Desde su ensayo de juventud Madame Bovary: La orgía perpetua hasta su más reciente La pasión de la libertad, el escritor peruano-hispano ha ido decantando sus gustos y sus aversiones en la literatura, es decir elaborando una estética, a partir de esta elección política previa. ¿Pero cuáles son las características de la modernidad que resalta en sus diversos análisis? En primer lugar, como ya señalamos, MVLL hace hincapié en la libertad. Como este concepto es demasiado genérico y podría suponer diversos matices, e incluso podría ser negado del plano real y puesto en la dimensión de las utopías (pues, siguiendo a Freud, no existe civilización sin un grado de represión), MVLL nos intenta convencer de que el súmmun de esta necesidad libertaria se expresaría en las sociedades democráticas capitalistas, donde la libertad de expresión tendría como componente esencial la libertad de empresa, la cual a su vez se basaría en la propiedad privada, pues es el sustento de la libertad individual. Es tanta su convicción al respecto, que ha llegado a pensar en una ecuación mental en la cual la literatura sumada a la modernidad es igual a la defensa de la propiedad privada. Si no, leamos lo que dice en ocasión del cuatricentenario de Don Quijote:

“¿Qué idea de la libertad se hace don Quijote? La misma que, a partir del siglo XVIII, se harán en Europa los llamados liberales: la libertad es la soberanía de un individuo para decidir su vida sin presiones ni condicionamientos, en exclusiva función de su inteligencia y voluntad. (...) En los halagos y mimos de que fue objeto, el Ingenioso Hidalgo percibió un invisible corsé que amenazaba y rebajaba su libertad ‘porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si (los regalos y la abundancia que se volcaron sobre él, añadido de MVLL) fueran míos’. El supuesto de esta afirmación es que el fundamento de la libertad es la propiedad privada, y que el verdadero gozo sólo es completo si, al gozar, una persona no ve recortada su capacidad de iniciativa, su libertad de pensar y de actuar. Porque ‘las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recibidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre. ¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!’. No puede ser más claro: la libertad es individual y requiere un nivel mínimo de prosperidad para ser real. Porque quien es pobre y depende de la dádiva o la caridad para sobrevivir, nunca es totalmente libre. Es verdad que hubo una antiquísima época, como recuerda el Quijote a los pasmados cabreros en su discurso sobre la Edad de Oro (I, II, pág. 97) en que ‘la virtud y la bondad imperaban en el mundo’, y que en esa paradisíaca edad, anterior a la propiedad privada, ‘los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío’ y que llegaron ‘nuestros detestables siglos’, en los que, a fin de que hubiera seguridad y justicia, ‘se instituyó la orden de los caballeros andantes, para defender las doncellas, amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y a los menesterosos’ ”.(1)

Este tipo de argumentaciones serán moneda corriente en los textos en los que MVLL necesite probar que la libertad individual y la modernidad están ligadas, como hermanos siameses, al mercado capitalista y a la propiedad privada. No importa si hable de Cervantes, Flaubert, Brecht, Enzensberger, o cualquier otro autor, ya sea para “asimilarlo” a su propio pensamiento o para refutarlo a partir de él. En lo que respecta a Don Quijote, la lectura de MVLL es una interpretación interesada, tendenciosa, la cual, acomodando las citas a la fuerza como en un lecho de Procusto, quiere convertir a ese entrañable personaje en un adalid del liberalismo. No sería difícil para un anarquista o para un marxista extrapolar frases del Ingenioso Hidalgo para probar todo lo contrario. Es más, toda la novela muestra la actitud desprendida y batallante de Don Quijote, que no se conviene ante nadie ni se amarra a ninguna propiedad ni territorio sino sólo cuando ya ha renunciado, por la contundencia de la realidad, a su propia utopía caballeresca. Pero al margen de esta interpretación antojadiza de MVLL, habría que ver qué tan cierta resulta la supuesta necesidad de la libertad de empresa para el desarrollo de la libertad de expresión, o si más bien la subordinación (o interacción) entre ambas categorías es tan ficticia para el mundo real como las novelas de nuestro famoso escritor. El propio MVLL se encargará de desmentirse cuando se refiera a los “logros económicos” del fujimorismo:

“La economía se ha ordenado y con las privatizaciones, la apertura de las fronteras y la creación de mercados, un segmento minoritario se beneficia a ojos vista. Hay una erupción de edificios de apartamentos para las clases altas y Lima está llena de supermercados, almacenes, galerías, cadenas norteamericanas de fast food (Mac Donalds, Pizza Huts, Burger King, Kentucky Fried Chicken, etcétera) y de vídeos, cinemas modernos, restaurantes, y con la flamante Telefónica los nuevos usuarios obtienen el teléfono en pocos días (yo tuve que esperar nueve años para el mío) (…) La modernización ha llegado también, aunque más débilmente, a algunos bolsones del interior. En las pampas de Ica se multiplican las pequeñas y medianas empresas que, empleando el riego por goteo y otras tecnologías de punta, cultivan tomates, espárragos, flores y otros productos para la exportación, y las inversiones mineras, en los Andes centrales y norteños, son cuantiosas”. (2)

Es decir, casi el paraíso liberal hecho realidad en plena dictadura fujimorista, autoritarismo que obviamente es reprochado por MVLL aunque...

“De todos modos, aunque defectuosa e insuficiente, la orientación de las reformas económicas emprendidas por el régimen autoritario de Fujimori es la adecuada y el Gobierno democrático que algún día lo reemplace deberá profundizarla y perfeccionarla, de ningún modo dar marcha atrás”. (3)

Es fácil presumir que en su noción de modernidad y libertad, la libertad de empresa es un concepto mucho más imprescindible e intocable que la libertad de expresión que dice defender. El caso reciente de la grotesca homogeneización en el manejo de la información en la campaña electoral para la Presidencia de la República en nuestro país, donde no hubo un solo medio de comunicación que distribuyera su crítica por igual contra los candidatos favoritos, sino que al unísono todos se ensañaron contra quien se consideraba casi un peligro nacional, no causó el menor rubor en este libertario de marras, quien más bien se sumó en la cruzada como un digno caballero quijotesco de los ideales de libertad (de empresa, claro).

Otra característica de la modernidad de MVLL, como no podría ser de otro modo, es que esta debe ser a imagen y semejanza de la cultura occidental. No corresponde a este ensayo hacer un análisis detallado de su libro La utopía arcaica, pero creemos que un par de citas serán suficientes para corroborar cómo este otro componente es imprescindible para la realización de la modernidad vargasllosiana. En casi todas las páginas de su crítica contra el “arcaísmo utópico” del indigenismo, MVLL se esfuerza en probar que lo que le disgustaba a Arguedas no era el capitalismo sino que este conllevaba a la modernidad y, en consecuencia, a la desaparición de las tradiciones y la cultura del hombre andino.

“Ahora bien, lo cierto es que, como hemos ido viendo a lo largo de todo su proceso creativo, la idea de la revolución que se desprende de su obra (se refiere a El zorro de arriba y el zorro de abajo, anotación mía) difícilmente puede ser llamada marxista e, incluso, socialista. Su ideal es arcádico, hostil al desarrollo industrial, antiurbano, pasadista. Con todas las injusticias y crueldades de que puede ser víctima en sus comunidades de las alturas andinas, el indio está allí mejor que en Chimbote”. (4)

Sin embargo, la cultura andina no podría por sí misma haber evolucionado hacia un tipo de sociedad alternativa de bienestar en donde se contemplara la libertad individual, pues…

“La civilización quechua, capaz de dar de comer a todos sus habitantes y que alcanzó admirables niveles de organización y de realización material, fue despersonalizadora, destructora del libre albedrío y de la vida privada. Su perfección social fue la de la colmena o el hormiguero. La intimidad individual aparece poco, en forma explícita, en nuestra literatura porque sobre nosotros pesa la tradición de una cultura que deshizo al individuo en la colectividad”. (5)

No gastaremos tinta en refutar esta aseveración de nuestro gran escritor. Sólo nos limitaremos a enfatizar que estas son las bases sobre las que se apoya la defensa de la modernidad de MVLL: la libertad de expresión dentro del capitalismo y la cultura occidental.

(1) Cervantes, Miguel de. Don Quijote de la Mancha. Edición IV Centenario. Real Academia Española, Asociación de Academias de la Lengua Española, Editorial Alfaguara, Pontificia Universidad Católica del Perú. 2004. Págs. XIX-XX.
(2) “Siete años, siete días”, pp. 148-149. En: Vargas Llosa, Mario. El lenguaje de la pasión. Editorial Peisa. Lima, 2001. 279pp.
(3) Op. cit., pág. 150.
4 Vargas Llosa, Mario. La utopía arcaica: José María Arguedas y las ficciones del indigenismo. Fondo de Cultura Económica. México, 1996. p. 307.
(5) Op. cit., p. 303.


La contracultura en los ensayos de MVLL

Los movimientos de oposición a la modernidad capitalista,(1) que para la lógica vargasllosiana están imbuidos de una suerte de ideal arcaizante, desde otra perspectiva pueden recibir la denominación de “contracultura”. Es curioso que muchas de las ideas de Arguedas contra los efectos nocivos de la industrialización sean hoy el eje en torno al cual se aglutinan diversos grupos que reivindican la ecología y las culturas étnicas, entre los cuales están, por supuesto, los movimientos antiglobalización. Uno de sus teóricos, conocido a partir de las protestas de Seattle, es John Zerzan, autor del Futuro Primitivo, en el cual sostiene que el problema del hombre no comienza en el capitalismo, sino en el neolítico, y propone una economía preagraria. (2)

Pero para tener más claro qué manifestaciones pueden ser consideradas contraculturales, partamos de una definición. La del sociólogo y escritor venezolano Luis Britto García nos parece pertinente:

“Como la cultura se sustenta en las diversas memorias individuales de los integrantes del cuerpo social, y en las redes simbólicas a través de las cuales se comunican, dicho modelo no es homogéneo, como tampoco lo es la sociedad. De hecho memorias y culturas son sistemas de advertir heterogeneidades. De allí que a toda discontinuidad, a toda divergencia de condiciones dentro del grupo social, corresponda una diferenciación del modelo. Así como toda cultura es parcial, a toda parcialidad dentro de ella corresponde una subcultura. Cuando una subcultura llega a un grado de conflicto inconciliable con la cultura dominante, se produce una contracultura: una batalla entre modelos, una guerra entre concepciones del mundo, que no es más que la expresión de la discordia entre grupos que ya no se encuentran integrados ni protegidos dentro del conjunto del cuerpo social”. (3)

Ahora bien, ¿cuál es la actitud de MVLL frente a las expresiones y los movimientos de signo contracultural? En tanto que se le aparecen pacíficos, permeables producto de una moda pasajera y juvenil, o como expresión de una religiosidad inocua de los pobres, se muestra condescendiente y hasta tolerante, como se desprende de la lectura de su artículo dedicado a Bob Marley:

“Cuando visitó el África (Bob Marley, añadido mío) descubrió que aquel continente estaba lejos de ser aquella tierra de salvación para el pueblo negro con que lo mitificaban su credo y sus canciones y, desde entonces, estas fueron menos ‘negristas’, más ecuménicas y fue más intensa su prédica pacifista y su reclamo de espiritualidad.
No hay que ser religioso para darse cuenta de que sin las religiones la vida sería infinitamente más pobre y miserable para los pobres y miserables, y, también, de que los pueblos tienen las religiones que les hacen falta. Yo abominé de los pintorescos sincretismos teológicos de los rastas, de sus comuniones marihuanas, de las horrendas recetas de su dietario y de sus pelambres inextricables cuando descubrí que un hijo mío y un grupo de amigos suyos del colegio se habían vuelto catecúmenos de semejante fe. Pero lo que en ellos era sin duda pasajera moda, versátil voluptuosidad de jóvenes privilegiados, en los luctuosos callejones de Trench Town, o en la pobreza y el abandono de las aldeas de la parroquia de St. Ann me ha parecido una conmovedora apuesta por la vida del espíritu, en contra de la desintegración moral y la injusticia humana”. (4)

Estas muestras de comprensión y hasta de solidaridad frente a un movimiento musical religioso de carácter contracultural (en donde, sin embargo, no puede evitar expresiones de rechazo a lo que constituyen sus usos y costumbres) se diluyen y desaparecen cuando cree que hay una amenaza a la cultura hegemónica que él defiende, como en el caso de la insurgencia zapatista del comandante Marcos, a la que por un lado acusa de antidemocrática y por otro lado banaliza como si se tratase de un producto mediático:

“A ese proceso de democratización de México, el subcomandante Marcos no lo ha ayudado en lo más mínimo; lo ha entorpecido y confundido, restándole legitimidad a la oposición democrática y ofreciendo coartadas de supervivencia al poder que dice combatir. Desde luego, no es imposible que el héroe virtual que es él hoy día sea asesinado el día de mañana, por sus adversarios o por algún aliado envidioso, y pase entonces a engrosar el panteón de los héroes y de los libertadores: la Historia está trufada de esas prestidigitaciones. Pero, como este libro prueba hasta la saciedad, no es ese el destino que su trayectoria merece. Sino, más bien, el que preludian las ofertas que le han hecho llegar dos de sus más entusiastas admiradores: el cineasta Oliver Stone, para que encarne a su propio personaje en la película que piensa dedicarle, o como modelo de Benetton, en una campaña publicitaria de ‘los alegres colores’ diseñada por Olivero Toscani, el creativo del modisto, cuyo botón de oro sería la imagen del subcomandante, antifaz en la cara, metralleta al hombro, cachimba en la boca, en el centro de una ronda de indígenas armados y uniformados mirando confiados un horizonte de radiante sol”. (5)

En el ámbito literario, a sus conocidas polémicas con escritores de izquierda (marxistas y socialdemócratas), como el caso de su sonado intercambio verbal con Günter Grass, habría que agregar su menosprecio a escritores vinculados a los movimientos contraculturales, sobre todo a lo que Britto García llama “la contracultura de la droga”, con el caso emblemático de William Burroughs. (6) Al respecto, es sintomático lo que refiere sobre la primera impresión que le causó la lectura de Trópico de Cáncer de Henry Miller:

“El libro me impresionó pero no creo que me gustara: tenía entonces –lo tengo todavía– el prejuicio de que las novelas deben contar historias que empiecen y acaben, de que su obligación es oponer al caos de la vida un orden artificioso, pulcro y persuasivo. Trópico de Cáncer –y todos los libros posteriores de Miller– son caos en estado puro, anarquía efervescente, un gran chisporroteo romántico y tremendista del que el lector sale mareado, convulsionado y algo más deprimido sobre la existencia humana de lo que estaba antes del espectáculo. El riesgo de este género de literatura suelta, deshuesada, es la charlatanería y Henry Miller, como otro ‘maldito’ contemporáneo, Jean Genet, naufragó a menudo en ella”. (7)

La ambición de totalidad siempre ha acompañado a las novelas de MVLL. El “orden artificioso, pulcro y persuasivo” es, de alguna manera, parte de su ideal de modernidad. El caos, la dispersión, el contar historias que “empiecen y no acaben”, todo ello se sitúa, pues, en el lado opuesto de su teoría de la novela, de la literatura, de la ficción misma. Pero para que este orden dé una garantía de ser realmente persuasivo debería alcanzar un alto grado de estabilidad. ¿Este es acaso un rasgo de la modernidad? Si hemos de aceptar las conclusiones de Marshall Berman, como lo señala la paráfrasis de Marx que da título a su libro, en la modernidad “todo lo sólido se desvanece en el aire”:

“El único fantasma que realmente recorre la clase dominante moderna y pone en peligro al mundo que ha creado a su imagen es aquello que las elites tradicionales (y, ya que estamos, las masas tradicionales) siempre han anhelado: una sólida y prolongada estabilidad. En este mundo, la estabilidad sólo puede significar entropía, muerte lenta, en tanto que nuestro sentido del progreso y el crecimiento es nuestro único medio de saber con seguridad que estamos vivos. Decir que nuestra sociedad se está desintegrando sólo quiere decir que está viva y goza de buena salud”. (8)

De modo que MVLL, acosado por sus propios fantasmas modernos, rehúye la lectura de los escritores que le perturban la falsa estabilidad de una modernidad capitalista que es contradicha no sólo por su propia evolución cambiante e insegura, sino por las diversas expresiones y movimientos contraculturales que le salen continuamente al frente.

(1) En estricto, la única modernidad existente. Desde la Escuela de Frankfurt hasta Rudolph Bahro, (en su libro El socialismo realmente existente) la crítica de la nueva izquierda contra las sociedades socialistas del siglo XX se centró en demostrar que, por ejemplo, así como los programas quinquenales que aplicó Lenin seguían a pie juntillas las teorías económicas liberales, el carácter del Estado de los países de la órbita soviética se podrían calificar como “capitalismo de Estado”.
(2) El texto en mención es inhallable en formato de libro en su versión traducida al castellano. En algunas páginas de foros anarquistas se pueden hallar menciones o fragmentos del ensayo de Zerzan. Hace algunos años, había en internet una página en castellano dedicada al autor, donde figuraba el texto completo, de la cual dispongo de una fotocopia; lamentablemente, esta página ya no existe.
(3) Britto García, Luis. El imperio contracultural: del rock a la postmodernidad. Editorial Nueva Sociedad. Caracas, 1994 (segunda edición), pp. 17-18.
(4) “Trench Town Rock”, pp. 67-68. En: Vargas Llosa, Mario. El lenguaje de la pasión. Editorial Peisa. Lima, 2001. 279pp.
(5) “La otra cara del paraíso”, p. 187. En: Vargas Llosa, Mario. El lenguaje de la pasión. Editorial Peisa. Lima, 2001. 279pp.
(6) A contracorriente de la crítica, le parece un autor poco digerible, y manifiesta que sólo rescata su obra juvenil “Junkie”. Ver: Mario Vargas Llosa, Cartas a un joven novelista, Ariel-Planeta, España, 1997.
(7) Vargas Llosa, Mario. La verdad de las mentiras. Peisa. Lima, 1996. p. 77.
(8) Berman, Marshall. “Todo lo sólido se desvanece en el aire”. Siglo XXI Editores. México, 1999, p.90.


La posmodernidad en los ensayos de MVLL


El mismo distanciamiento que a MVLL le provocan las expresiones contraculturales, le causa el posmodernismo, aunque con matices. El discurso posmoderno se centra, al menos en su concepción más general, en la negación de los grandes metarrelatos, esto es, la imposibilidad de que la historia pueda tener un sentido narrativo unidireccional.

“El posmodernismo no está entregando otra narración de la historia, sólo negando que la historia esté armada con algún sentido narrativo (…) el mundo en sí es un incesante juego de diferencia y no-identidad”. (1)

De este juego de diferencia y no-identidad surge el sujeto posmoderno, el cual, prosiguiendo la definición que ofrece Eagleton, es una “criatura del mercado”, un “ser descentrado” (“el yo deconstruido”). (2) Al igual que el sujeto posmoderno, el arte y la literatura también se deconstruyen. En este proceso se les desvincula del acto creador y de la idea de totalidad; más bien, expresan la fragmentación y la autonomía de los significantes frente a los significados. Son, en sí mismos, en tanto lenguaje, como diría Foucault, “estructuras de poder”. Ante estos planteamientos, MVLL se muestra implacable:

“Cada vez que me he enfrentado a la prosa oscurantista y a los asfixiantes análisis literarios o filosóficos de Jacques Derrida he tenido la sensación de perder miserablemente el tiempo. No porque crea que todo ensayo de crítica deba ser útil –si es divertido o estimulante me basta– sino porque si la literatura es lo que él supone –una sensación o archipiélago de ‘textos’ autónomos, impermeabilizados, sin contacto con la realidad exterior y por lo tanto inmunes a toda valoración y a toda interrelación con el desenvolvimiento de la sociedad y el comportamiento individual– ¿cuál es la razón de deconstruirlos? ¿Para qué esos laboriosos esfuerzos de arqueología retórica, esas arduas genealogías lingüísticas, aproximando o alejando un texto de otro hasta constituir esas artificiosas deconstrucciones intelectuales que son como vacíos animados? Hay una incongruencia absoluta entre una tarea crítica que comienza por proclamar la ineptitud esencial de la literatura para influir sobre la vida (o para ser influida por ella) y para transmitir verdades de cualquier índole asociables a la problemática humana y que, al mismo tiempo, se vuelca tan afanosamente a desmenuzar –a menudo con alardes intelectuales de inaguantable pretensión– esos monumentos de palabras inútiles”. (3)

La pérdida de la relación entre la obra y la vida, la negación de la capacidad transformadora de la literatura o la posibilidad de que esta idea ya le sea indiferente al lector posmoderno cuando acomete la lectura de un libro, es más que sólo una preocupación para MVLL, porque cuestionaría y haría desfasada su teoría de “los demonios” del novelista, su ideal flaubertiano de convertir a la novela en un “instrumento de participación negativa” en la vida. Esto es lo que nos dice el joven MVLL en La orgía perpetua:

“...con qué constancia Flaubert se consideró un ser marginal a la sociedad y cómo creyó siempre que su vocación literaria era consecuencia directa y afirmación de esta marginalidad. Pienso que el trastorno que significó para la cultura en general y para la literatura en particular el nacimiento de la sociedad industrial, el desarrollo veloz de la alta y media burguesía, es tan importante para explicar el anacoretismo de Flaubert como su situación familiar. En todo caso, es evidente que las condiciones estaban dadas para que, a partir de esta actitud de desesperado individualismo ante la vocación, lúcidamente asumida como una ciudadela contra el mundo, surgiera una estética de la incomunicabilidad o del suicidio de la novela, un arte en el que la marginación social y psicológica del artista tuviera un equivalente formal, es decir un arte de lo particular, de lo fragmentario, de lo inexpresable, de la destrucción. De una vocación apoyada en el rechazo furibundo de los hombres podía haber nacido una literatura en la que la palabra no fuera lugar de encuentro, sino escudo, frontera, tumba, prueba de la imposibilidad de conciliar arte y diálogo en la nueva sociedad tumultuosa.
Y sin embargo, no, Flaubert no fue el sepulturero genial de la novela. Su pesimismo no se tradujo en una literatura del silencio, en un virtuosismo solipsista, en un aristocrático juego lingüístico de reglas vedadas a la ingerencia (así escrito en el texto de MVLL, nota mía) pública. Desde su mundo aparte, Flaubert, a través de la literatura, entabló una activa polémica con ese mundo odiado, hizo de la novela un instrumento de participación negativa en la vida”. (4)

El “arte de lo particular, de lo fragmentario, de lo inexpresable”, casi una visión adelantada del ideal posmoderno, es visto por MVLL como el “suicidio de la novela”. De allí se entiende también el recelo que produce en MVLL el nouveau roman y escritores como Samuel Beckett. Su apego a la “historia”, al discurso, es justamente defendido con ardor en La orgía perpetua, en contrapunto con la reivindicación de Robbe-Grillet de la figura de Flaubert como precursor de ese tipo de novela que pretende despojarse de la anécdota. En ese sentido, anotaremos que este es uno de los pocos aspectos en los que MVLL se ha mantenido coherente en el transcurso de los años, como un sobreviviente del credo moderno que se está quedando a la zaga en el siglo XXI.

(1) Eagleton, Terry. Las ilusiones del posmodernismo. Editorial Paidós. Argentina, 1996, p. 58-59.
(2) Op. cit., pp. 137-140.
(3) “Posmodernismo y frivolidad”, pp. 31-32. En: Vargas Llosa, Mario. El lenguaje de la pasión. Editorial Peisa. Lima, 2001. 279pp.
(4) Vargas Llosa, Mario. La orgía perpetua: Flaubert y ‘Madame Bovary’. Seix Barral, 1986 (tercera edición), pp. 272-273.



CODA


Esperamos que de alguna manera hayamos conseguido aproximarnos a algunos aspectos poco analizados de la obra de MVLL. Sin embargo, este ensayo debe considerarse como un esbozo y un primer intento de develar las relaciones complejas y contradictorias de la obra de MVLL con las contraculturas y el posmodernismo a partir de su idea de modernidad.


BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA


Berman, Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire. Siglo XXI Editores. México, 1999, 386pp.

Britto García, Luis. El imperio contracultural: del rock a la postmodernidad. Editorial Nueva Sociedad. Caracas, 1994 (segunda edición), 245pp.

Cervantes, Miguel de. Don Quijote de la Mancha. Edición IV Centenario. Real Academia Española, Asociación de Academias de la Lengua Española, Editorial Alfaguara, Pontificia Universidad Católica del Perú. 2004. 1455 pp.

Eagleton, Terry. Las ilusiones del posmodernismo. Editorial Paidós. Argentina, 1996, 206pp.

Vargas Llosa, Mario. El lenguaje de la pasión. Editorial Peisa. Lima, 2001. 279pp.

Vargas Llosa, Mario. La utopía arcaica: José María Arguedas y las ficciones del indigenismo. Fondo de Cultura Económica. México, 1996. 359pp.

Vargas Llosa, Mario. Cartas a un joven novelista, Ariel-Planeta, España, 1997, 157pp.

Vargas Llosa, Mario. La verdad de las mentiras. Peisa. Lima, 1996. 206pp.

Vargas Llosa, Mario. La orgía perpetua: Flaubert y ‘Madame Bovary'. Seix Barral, 1986 (tercera edición), 276pp.

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lunes, 27 de febrero de 2012

Morrissey en Lima: El Muchacho Con La Espina En El Costado

Por: Cecilia Medo







El NME lo ha catalogado como “uno de los más influyentes artistas de todos
los tiempos”, y The Independent afirma que “la mayor parte de las estrellas
del pop necesitan estar muertas para llegar el estatus de icono que él ya ha
alcanzado en vida”. ¿De quién hablan? De Morrissey, del viejo y querido
Morrissey, quien visitará Lima este 14 de marzo, en un concierto por el que
muchos ya le están vendiendo el alma al diablo. El muchacho con la espina en
el costado viene a cantarnos sobre sus deliciosas historias de desamor,
soledad, desencanto y mala leche, con ese  humor negro y
sensibilidad que hacen de él un genio indiscutible.





Visitando el archivo : Morrissey, Steven.. ¿Quién?


Había una vez un muchacho delgaducho y guapo, de facciones muy finas -cuasi andróginas- y voz aterciopelada. Era inglés de familia irlandesa, y tenía todas aquellas características tan británicas como la excentricidad, el gusto por lo raro o extraño y una manera muy sui generis de ir contra la
corriente. De jovencito, era retraído y se encerraba en su habitación para escuchar a sus ídolos, “The New York Dolls”.


 Este chico inglés sin fama ni fortuna era Steven Patrick Morrissey, nacido en Manchester, Inglaterra, el 22 de mayo de 1959.Cuando aún lo llamaba Steven, nadie presagiaba que junto a Johnny Marr conformaría la más legendaria banda de los 80’s, “The Smiths”, y que ya nadie recordaría su primer nombre, sino su contundente apellido: Morrissey –a secas-, el mismo que a su vez le pondría la rúbrica a una alucinante y exitosa carrera en solitario; ni que todo esto lo convertiría en uno de los compositores e intérpretes más queridos y –literalmente-“adorados” por millones de entusiastas fanáticos, a lo largo y ancho de este condenado mundo.

Morrissey fue siempre un melómano, tempranamente seducido por el glam rock, y no mucho después, por el punk rock. Ello lo llevó a ser el frontman de The Nosebleeds –junto a Billy Duffy, futuro miembro de The Cult, esto fue en 1978. Al tiempo que se introducía en el mundo del rock, Steven seguía siendo
un melómano activo, además de los NY Dolls, se volvió fan de The Cramps y cuentan que inició el fan club oficial de estos, el cual que se llamara “The Legion Of The Cramped”. Pero él estaba llamado a ser una de las estrellas del firmamento pop, así que sus actividades como fan o supporter de otros grupos fueron menguando. Morrissey y Duffy migraron a otro grupo, Slaughter And The Dogs, y escribieron varios temas en esos días de pobreza y anonimato. El proyecto musical se cayó y Steven se dedicó a escribir. De hecho publicó un par de libros con la conocida editorial Babylon Books, The New York Dolls (1981), su banda favorita, y James Dean is Not Dead (1983), quizás su actor fetiche más importante.




 The Smiths:

 A estas aventuras como escritor, le seguiría la mayor de todas: el encuentro casual con Johnny Marr, que daría inicio a la alianza entre compositor y músico más alucinante desde la de Lennon-McCartney. El propio Morrissey ha declarado lo maravillosamente bien que Marr y él se llevaban, y lo similares que eran –también- en su forma de pensar. Era 1982, y tras reclutar a  Mike Joyce y Andy Rourke, y firmar con el sello indie Rough Trade, podríamos decir que se firmó el acta de nacimiento de The Smiths. Lo que siguió fue vertiginoso. El legendario John Peel se enamoró de los temas de esta novísima banda, “Hand in glove”, “What difference does it make?” y “This charming man” fueron tocadas una y otra vez por Peel, con el prestigio y espaldarazo que ello significaba para cualquier novel artista de entonces.


 La subida en los UK Charts fue inevitable. The Smiths fueron generando cada vez más expectativa, hasta llegar con “Bigmouth strikes again” al número 2 en las listas. Es imposible reseñar aquí la producción musical de The Smiths, que fue intensa y genial, de una originalidad imposible de replicar.Nadie sonaba como ellos, nadie escribía canciones con letras tan oscuras y agridulces y melodías tan arrolladoras.
Sin embargo, solamente grabaron cuatro legendarios discos: The Smiths (1984) Meat Is Murder (1985), The Queen Is Dead (1986)  y Strangeways, Here We Come (1987), siendo la mayoría recopilatorios. 


Los fans de The Smiths probarían ser tan“hardcore” como aquellos de The Cure. Los malentendidos en esa alianza artística casi perfecta fueron apareciendo y multiplicándose, para desgracia de nosotros, los pobres mortales. Y así, tras innumerables desavenencias, Marr y Morrissey tendrían una pelea definitiva que llevaría a ambos a ponerle fin a esa maravilla llamada The Smiths. Esto ocurrió hacia 1988, irónicamente acompañando el lanzamiento de “Strangeways here we come”, el último álbum de la banda.





Con ustedes, ¡Simplemente Morrissey!


Morrissey emprendió sin demora una muy singular carrera en solitario. Apenas seis meses después del rompimiento con Marr, Morrissey sacó su primer álbum solista, “Viva Hate”,el mismo que trepó al número uno de las listas. Con temas como “Every day is like Sunday” y “Suedehead”, el inicio de Mozz -un apelativo cariñoso- como solista no podía tener mejores auspicios. A este lanzamiento le siguió el de los singles “Interesting drug”, “Ouija Board” y “The last of the famous international playboys”. Luego, Morrissey decidió sacar una colección de B-sides y otros singles que llamó “Bona Drag”, con temas tan legendarios como “November spawned a monster”, ¿quién no recuerda el video donde Morrissey se retuerce bajo el sol inclemente del cañón del Colorado, vestido con aquella camisa de gasa negra transparente? Más hits, más discos, la popularidad de Morrissey se elevó como la de ningún otro artista que, tras estar en una banda importante inicia una solo career.  Toda la fanaticada de The Smiths se pasó a las filas de Morrisey, y este no dejó de captar nuevos adeptos por su propia cuenta. Centenares, miles de chicos y chicas, jovencísimos -y no tanto-, portando ramos de flores y trepando al escenario para abrazar a este “flautista de Hamelin” alternativo. Y él, dejándose querer.



 Excéntrico y controvertido:


Morrissey es un sujeto complicado y muy interesante. Es poliédrico: reconocido activista por los derechos de los animales, como tal, es vegetariano convicto y confeso desde hace décadas. Temas como “Meat is
murder” salieron de sus profundas convicciones pro animalistas. Es también un rendido admirador de Oscar Wilde, a propósito del cual alguna vez declaró: “Él (Wilde) estaba más allá del genio, y tanto así que resultaría ordinario pensar en él como alguien simplemente “ingenioso”. Él es, para mí, el personaje ideal… …Si pudiera hacer una elección personal, cosa que por supuesto no puedo hacer, me inclinaría por el viejo Oscar”. Alusiones al escritor y a su obra se encuentran por todos lados, desde la etapa Smithsoniana hasta el día de hoy, por ejemplo en “Cemetery Gates”. Además, Wilde fue irlandés de nacimiento e inglés –o londinense- por adopción, cosa que lo aproxima aún más a Morrissey. Aparte de su afición por leer y escribir, nuestro artista se caracterizó durante mucho tiempo por predicar a favor de una vida “célibe”, sin actividad sexual, definiéndose a sí mismo como alguien asexuado. Algunas veces ha deslizado comentarios que han sido interpretados como racistas, o reveladores de una postura contraria a los inmigrantes en Europa. Morrissey ha vivido durante muchos años en los EE.UU, pero es un inglés empedernido, como lo declara en su tema “Irish blood, English heart”, pero es un anti monárquico recalcitrante,  que es una contradicción brutal tratándose de un británico. Otro aspecto muy conocido y controversial de Mozz ha sido su pública y eterna pelea con Robert Smith (The Cure). Cuando ambos eran jóvenes y estaban destacándose como líderes de opinión en el mundo de la música pop, algún comentario hiriente de Morrissey encendió la ira santa de Smith, y desde entonces no han cesado de lanzarse toda clase de ataques e insultos. Pero las relaciones de Morrissey con otros colegas han sido todo lo contrario, es admirador y amigo de Siouxsie Sioux, grabó un dueto con ella a mediados de los noventa, “Interlude”. Y también ha colaborado con Chrissie Hynde, de The Pretenders.



Misógino, amante de la literatura, fetichista de actores de los 50’s y 60’s como James Dean, adorador de Oscar Wilde, vegetariano y defensor de los animales -reconocido por PETA-; asegura haber escrito ya su autobiografía y manifiesta el deseo de publicarla pronto, también es amante del buen fútbol. Excelente amigo de sus amigos, incansable perseguidor de sus enemigos, así es Morrissey. Apasionado, excéntrico, sensible, sarcástico, dulce, misterioso, polémico… Resumiendo: Genial. 

Este genio viene a Lima en Marzo, y por eso: “melómanos de Latinoamérica, uníos” y no se pierdan esta ocasión de oro. Para tener algo que contarle a los nietos, sobrinos o ahijados.

Viva Mozz!


sábado, 25 de febrero de 2012

Ranking 2011 de las mejores películas por la Revista Godard!



Dos viejos maestros como son Roman Polanski y Woody Allen. Ambos Rodando en Europa y fuera de sus patrias natales, son los responsables de los mejores estrenos del 2011.
Al menos así lo decidieron, por indiscutible mayoría, los críticos de nuestra revista.
Otros autores de larga trayectoria que están presentes en el top 10 son los hermanos Coen, Peter Weir, y el infatigable Clint Eastwood. Los directores revelación son Derek  Cianfrance, Rupert  Wyatt, y  Debra Grank, hasta hace poco perfectos desconocidos y que, con sus segundos largometrajes, han obtenido un reconocimiento universal. El caso de J.J. Abrams es especial: recién con Súper 8 la crítica parece haberse percatado lo que ya habíamos advertido: que es un talento mayor de Hollywood. El coreano Park Chan-wook es el único representante del sorprendente continente asiático, lo que habla pésimo de la distribución del “otro cine” en la cartelera peruana (Thrist llegó por ser de vampiros, pero su originalidad tuvo un precio caro: la rebautizaron como Rito Diabólico). Hubo muchos estrenos interesantes de donde escoger; esto queda demostrado  por la cantidad de películas (46)  que fueron mencionadas en la encuesta. Pero hay una estadística preocupante: 9 de las 10 primeras, en el consolidado, son habladas en inglés: no es casualidad porque ocurrió exactamente lo mismo en nuestro ranking del 2010.
Por último, queremos precisar que –a diferencia de años anteriores- no hemos tomado en cuenta los estrenos de Diciembre de 2010, lo que dejó  fuera de la competencia a títulos tan admirables como Red Social y La Cinta Blanca, elogiadas en las páginas de Godard!



1.       EL ESCRITOR OCULTO/ De Roman Polanski
A priori, podría resultar sorprendente el hecho de que un cineasta con unos rasgos personales tan marcados como Roman Polanski acometiera la realización de una historia, aparentemente, alejada de las tendencias argumentales más comunes de su obra. Empero, al igual que en las demás adaptaciones literarias que ha acometido a lo largo de su impecable trayectoria, El Escritor Oculto acaba convirtiéndose en una obra plenamente suya. Dejando, conscientemente, de lado, todo vínculo superficial con la novela de Robert Harris que pudiera lastrar los elementos más recurrentes del carácter cinematográfico del director, y construyendo una pieza que se adhiere, con rocosa fuerza, a las constantes de piezas como El Bebé de Rosemary (1986) o El Inquilino (1976). Polanski convierte sus laberínticas inmersiones psicológicas en un no menos ambiguo análisis sobre los fantasmas internos del universo político, ejemplificado en la turbiedad de su contenido, amplia infraestructura crítica, y la capacidad simbólica de unos personajes que acaban siendo más propios del cineasta que de Robert Harris. Las características  argumentales de la película, de hecho, acaban por universalizar el mensaje que Harris planteaba en sus páginas. Para éste, Adam Lang (el político británico subordinado a los designios estadounidenses) respondía a un implacable trasunto de Tony Blair. Y, por consiguiente, ese escritor fantasma y sin nombre acaba representando una proyección de las dudas y el sentido crítico del propio Harris. Empero, Polanski lleva a sus últimas  consecuencias este planteamiento, convirtiéndose en poco menos que un ejercicio rabioso y contestario sobre la alienación del poder y, asimismo, en una bomba de relojería contra unas decisiones en materia de Política Exterior que el cineasta (como ya se ha esbozado más arriba) no circunscribe a una demarcación geográfica concreta (Aunque mantenga sus evidentes anclajes referenciales) sino que amplía convenientemente.
El Escritor Oculto pone en tela de juicio, de la manera más tajante y sangrante posible, toda la infraestructura de un sistema donde la manipulación y las charadas se erigen en el motor central. Un sistema concebido sobre mentiras, anulaciones del individuo y falsarios engalanajes patrióticos (cínicamente tratados por un apátrida como, en el fondo, es Polanski), recubiertos en la atractiva forma de un thriller milimétricamente construido y, por momentos, apasionante en sus mil artistas y subtextos. Si Carol, Rosemary, o Trelkovsky, iniciaban un viaje sin retorno hacia los abismos de su desquiciamiento psíquico, el fantasma interpretado por Ewan Mc Gregor hace lo propio en lo que, a fin de cuentas, es la gran pesadilla del mundo occidental: las cloacas del poder. Como aquellos, el fantasma cruzará una línea que ya no admite vuelta atrás. En los tres personajes citados, dicha línea separaba la cordura de la locura. En El Escritor Oculto escinde la sociedad y el caos. Un caos que, al día de hoy, todos vemos más cercano.
                                                                                                                             - Joaquín Vallet Rodrigo


2.       MEDIANOCHE EN PARÍS / Woody Allen
En medio de su crisis financiera y su debilidad política, Europa se está cayendo a pedazos, pero Woody Allen les sigue escribiendo poemas de amor a sus ciudades. Ya se paseó  por Londres , Barcelona, y ahora París(y ya viene su aventura en Roma). Pero es esta  estadía en Francia en donde mejor dejó llevarse por sus sueños. Porque la fantástica Match Point (2005) está también a la altura, pero no sigue precisamente la ruta del romance y el idealismo. Aquí Allen no solo disfruta del París de hoy. Se rinde ante su imagen de ayer. Y la de anteayer. Porque esta es una película sobre la melancolía y su eterna indecisión de parecerse más a la tristeza o a la alegría. Por ello, no pudo elegir a nadie mejor que a Owen Wilson, tan fantástico como en cualquiera de sus ya clásicos trabajos junto a Wes Anderson. Y tan atribulado como en la vida real.
París cambia con la lluvia. Y, para embellecerla más, a Woody le bastan un par de guiños artísticos (sin ser pretencioso), música sublime, y uno de sus clásicos y audaces guiones con lo que emprende un viaje temporal y espacial. Hay mucho cine en esos paseos cadenciosos a través de calles estrechas y curvas. En esas conversaciones enamoradas en noches de silencio y de luces tenues, a través de las cuales el tiempo discurre y las elipsis se llenan de amor. Es cierto que Manhattan ya quedó atrás. Pero, aunque son otros tiempos y otros escenarios, las resonancias de humor, de romanticismo y de la vida misma aparecen con frescura y, sobre todo, con mucha magia. Allen se anota con una de sus mejores películas en varios años y, más importante aún, demuestra que todavía está en capacidad de renovarse.

                                                                                                                     - Juan Carlos Frangacio 



3.       TEMPLE DE ACERO/ Joel Coen, Ethan Coen
A pesar de los logros cinematográficos y sus múltiples premios -Fargo (1996), entre sus obras más conocidas-, hubo un tiempo en que los hermanos Coen eran considerados como muy hábiles artesanos, que sabían contar historias entretenidas pero carentes de emoción. Puede ser que la opinión haya cambiado en Sin Lugar para los Débiles (2007). La novela de Cormac McCarthy llevada al cine supuso un quiebre en su carrera, un western postmoderno narrado con excelsa capacidad visual y mucha fluidez narrativa. En su última película, los Coen vuelven a esas dos fuentes que le dieron tantas satisfacciones. Primero, dejar, nuevamente, los guiones originales, y adaptar la novela de Charles Portis del mismo nombre; y, segundo, la vuelta al western, pero desde un clasicismo tanto narrativo como estético.
Después del asesinato de su padre, Mattie Ross (Hailee Steinfeld) contrata los servicios de un asesino a sueldo: un vaquero alcohólico, pero de innegable sabiduría (Jeff Bridges). Ambos recorrerán  el oeste americano en un extraño viaje, donde lo mítico se confunde con la realidad. En Temple de Acero, la venganza es el factor principal, es el motor que da sentido a la vida en el pequeño cuerpo de Mattie, y eso es relativamente nuevo en el cine de los Coen. Ese nihilismo, muchas veces desesperante, que arrastraba a sus personajes, en Temple de Acero se deja de lado por una historia más humana, hasta en algunos casos sentimental, pero valiente y jubilosa.

                                                                                                                     -Martín Mauricio  
 

4.        CAMINO A LA LIBERTAD / Peter Weir
La historia aparece como convencional dentro de su tipo: un grupo de prisioneros de un gulag siberiano escapa, y emprende una larga caminata, a fin de no ser atrapados por el cruento régimen comunista que los encarceló. La huida Los lleva a cruzar el Himalaya, el desierto de Gobi y el Tibet, hasta arribar a la India, territorio salvo en la década de los cuarenta.
Con ese argumento, no resulta difícil imaginar que nos aguarda un metraje pleno en situaciones límite, en los que el reto de la sobrevivencia se convierte en la verdadera estrella. Sin embargo, hay muy poco de ello en Camino a la Libertad, que se presenta más como un testimonio de fe, en el que, por cierto, la religión no tiene nada que ver.
Y es que la fuerza que mantiene en pie a los personajes de este filme – a excepción de Valka, papel interpretado por Colin Farell-, es la convicción de un futuro que les permitirá no solo dejar de ser perseguidos, sino también tomar sus vidas a manera de una segunda oportunidad. En ese sentido, el escape se convierte en la fuga de un pasado anterior a las rejas, que vuelve, en recuerdos ominosos, para atormentar sus conciencias. Es el caso, por ejemplo del estadounidense Mr. Smith (Ed Harris), quien se culpa por la ejecución de su hijo adolescente; o del religioso Tomasz ( Alezandru Potocean), que se vio obligado a matar para salvarse. La complicada tarea de dejar atrás tan oscuro lastre, se traslada a la lucha con una naturaleza adversa, de paisajes inabarcables-aprovechados al máximo por la fotografía de Russell Boyd-. Es en ese aspecto, sobre todo, que Weir impone su pulso para esquivar el dramatismo extremo y ofrecemos, a cambio, un cuadro solidario que brilla por su sentida serenidad.
- Leny Fernández 

 
5.       TRISTE SAN VALENTÍN/ Derek Cianfrance
El encanto de las historias de amor, en la gran pantalla, está en venderle al público la ilusión de que, mientras la película dure, el amor sí puede consumarse, y que, tras los créditos el idilio será imperecedero. Muchos desean, de algún modo, verse reflejado en ese romance ideal, perfecto, cuando, precisamente, el amor es, por naturaleza humana, imperfecto. Triste San Valentín plasma esa imperfección de los afectos como pocas películas. En su metraje , somos testigos del génesis y la decadencia de una relación, con todos sus detalles, íntimos y sentidos. La pareja protagonista se conoce, descubre, fascina, comprende, decepciona, hastía y confiesa, todo esto es un impecable juego de espejos. El director Derek Cianfrance sabe que no requiere de terceros o de rebuscados conflictos para indagar y dar cuenta de la inconstancia de los sentimientos. No hay artilugios de por medio. A los pocos minutos de iniciado el filme, sabemos que este hogar está por quebrarse; solo es cuestión de esperar. En ese sentido, este drama indie dosifica sabiamente su estructura fragmentada para conmover genuinamente, viñetas que se contraponen para devastar, emocionalmente, al espectador. Al final de la proyección, tenemos la certeza que aquello que vimos no fue enteramente una historia de amor, sino, más bien, sobre el amor, pero narrada con un realismo y honestidad brutal que es de agradecer-aunque, por dentro, no podamos dejar de sentir algo de melancolía y tristeza por lo que no fue o, mejor dicho, pudo seguir siendo-. Triste San Valentín podría ser, entonces el retrato documental de la crisis de muchas de las relaciones de nuestros días.
-José Romero Carrillo



   6. LAZOS DE SANGRE/ Debra Granik
Con una madre catatónica y dos hermanos pequeños, la joven Ree de 17 años (La notable Jeniffer Lawrence) tiene que llevar el peso de su familia y encontrar a su padre, un traficante de crack que está desaparecido tras traicionar a otros delincuentes para librarse de prisión, y que debe presentarse a una audiencia judicial o de lo contrario su familia perderá su hogar que dejó en prenda para pagar la fianza. Con un ritmo pausado y firme, la película se adentra en un EEUU desconocido. Un inhóspito territorio sureño, frío, campestre, rural, de gente ruda y marginal donde quimeras como el “sueño americano” no existen. El periplo de Ree para proteger a su familia, arriesgando al límite su integridad física (con miedo pero con mucho coraje, personalidad y orgullo),  rondando una violencia siempre palpable que promete desatarse a cada minuto, construyen un relato conmovedoramente sombrío y seco que evita concesiones. Acá no hay personaje “bueno”. Todos parecen desertores de otro universo, desconfiados, en alerta, listos para defender lo que tienen o consideran propio, sin el más mínimo sentido de la solidaridad aún si se trata de una adolescente y dos niños en problemas. En ese sentido, el paisaje humano descrito por la directora Debra Ganik es tan agreste y desafiante como el entorno natural .Aunque la cinta está al borde de la crueldad gratuita, Granik no permite que la historia diga ese derrotero y apuesta más por mantener un estado permanente de tensión, siguiendo a esta chica que enfrenta los códigos de silencio de secta de una población huraña con una fuerza que recuerda a otra adolescente con carácter: La Rosetta de lo hermanos Dardenne.

-Jorge Morales

 
7.       EL PLANETA DE LOS SIMIOS: (R)EVOLUCIÓN /Rupert Wyatt
Una de las más gratas sorpresas del año. Una década después de que el decepcionante remake de Tim Burton hiciera pensar a todos que la franquicia estaba completamente agotada, el británico Rupert Wyatt no sólo demostró en esta notable precuela que aún era posible aportar frescura y buen cine a la saga que, hace más de cuatro décadas, iniciara la legendaria El Planeta de los Simios (Franklin J. Schaffner, 1968), sino que, además entregó uno de los mejores ejemplos recientes de cómo alcanzar esa ecuación que siempre es tan difícil: una película de género que garantice entretención y funcione bien en taquilla, pero que además entre los efectos especiales logre aportar emoción e inteligencia. Destaca especialmente por su ritmo trepidante, el despliegue visual y técnico, y la fluidez narrativa, que permite alternar logradas e intensas escenas de acción con las necesarias pausas y momentos de intimismo, mientras se aborda, de paso, una mirada crítica a los alcances de manipulación científica. Quizás no se puede negar que algunos personajes principales rozan el estereotipo, o carecen de mayor relieve. Pero eso, finalmente, da lo mismo, si, a la vez contamos con una criatura tan expresiva y compleja como Cesar, personaje en el cual, explorando las fronteras entre los animales y el ser humano, tras Gollum y King Kong, Andy Serkis continúa confirmando su enorme talento interpretativo.
-   Joel Poblete



8.       RITO DIABÓLICO/Chan -Wook Park
El sacerdote San-hyeon (Kang-ho Song) se ha ofrecido como voluntario para una prueba experimental que debe acabar con un virus mortal. Pero lejos de redimir su alma, el sacrificio lo han condenado a una vida de ansias sexuales e ingestas de sangre que condicionan su sobrevivencia. El religioso está tan confundido como cualquier ciudadano de nuestros tiempos, y, sobre todo, se enfrenta con cualquier ciudadano de nuestros tiempos, y, sobretodo, se enfrenta con estoicismo  y valentía a su propia enfermedad. Una que, quiéralo o no, lo saca de su retiro, y lo devuelve al mundo-. Este es el punto de partida de un filme en el que Chan- wook Park desfigura el horror y lo lleva hacia otros senderos (dramáticos, cómicos, trágicos, mentales), caminos intransitados que pasan por lo más metafísico: un místico que desea lo que menos debería que sufre pulsiones con las que lucha, casi como un junkie terminal, y por las que sucumbe ante una mujer de la que se enamora. Con claras herencias del cine de Stanley Kubrick, y una planificación de la puesta en escena tan geométrica como sensual, el director surcoreano parece confirmar que las ideas más renovadoras del cine contemporáneo no provienen de ningún otro lugar más que de Asia. Rito Diabólico ofrece un “amour fou” nocturno y alucinado, desesperado y angustiante; un vampirismo vivo, sin clichés ni nostalgia de por medio.

-Sebastian Pimentel



 9. MÁS ALLÁ DE LA VIDA/ Clint Eastwood
No es la primera vez que Clint intenta atrapar espectros y registrar la conversaciones con el más allá. El vudú y la atmósfera sobrenatural con que describe la sureña  Savannah resulta el eje de Medianoche en el Jardín del Bien y del Mal (1997), aunque, aquí, el relato se escucha a tres voces, y la muerte y sus fantasmas no se originan fruto de la violencia. En Más allá de la Vida, la presencia mortuoria no actúa como un detonante del miedo, sino que modifica la vida de los protagonistas hacia el abismo de la desorientación. Por eso, Marie le asigna a una minucia, como la compra de souvenirs para los hijos de  de su jefe-amante, el rango de huella del destino y única explicación para su desorden emocional. De igual modo, el cineasta enternece con la soledad que atormenta a George, tan bien delineada en las escenas a partir de las clases de cocina.
Para el mercado estadounidense, es una rareza la que estrena Eastwood (realizador que hace rato rompió la horma), a causa del tríptico narrativo, y de que un tercio de los diálogos sean en francés, Cautivante a todas luces, si bien se precipita en soluciones no del todo verosímiles, se aprecia en sintonía con su sentir actual, cuando la muerte parece inminente.
Algo de eso se percibía en Gran Torino (2008), al observar a Clint morir, por primera vez, en uno de los largometrajes protagonizados y dirigidos por él. ¿Acaso las preguntas del maestro ya no son sobre la redención de sus personajes, sino sobre la posibilidad de trascendencia de ellos? Todo un acto de fe.

-Leopoldo Muñoz


10.   SÚPER 8/J.J.Abrams
Emotivo y nostálgico filme de Abrams que parte de reconocibles cintas del Steven Spielberg de los ochenta(significativamente productor de ésta) para elaborar un hermoso canto sobre la pérdida y la amistad. Lejos de estar frente a la mímesis de un determinado estilo o discurso, cabe hablar de un realizador en estado de gracia, que bebiendo de las miradas que han ayudado a formar la suya- lo suficientemente compleja y autosuficiente-construye la que, sin lugar a dudas, es una de las piezas más honestas y próximas del cine de entretenimiento del actual Hollywood.
El cineasta tiene la habilidad de manejar los elementos fantásticos, para que, mientras se concretan/evolucionan, no interfieran en el auténtico corazón de la propuesta, que no es otra que la singladura sentimental del melancólico y soñador Joe. Al igual que todos los personajes, el niño está encarnado por un actor (Joel Courtney) en estado de gracia, que transmite toda la veracidad de su rol sin artificios. Artificios que, precisamente, esta película rechaza de plano. No existen subrayados narrativos, ni saltos injustificados: es una modélica muestra de madurez expositiva, con una ejecución de las secuencias de rara destreza y artesanía. En realidad, las claves para comprender Súper 8 se encuentran en El Caso, el corto de zombies que la pandilla graba durante toda la película, y que vemos en su integridad durante los títulos de crédito finales. Las imágenes que lo conforman, con su ingenua forma de sucederse, nos hablan de esa negación de lo superfluo y retornan, al igual que la propia cinta, a una forma íntegra y cercana de abordar el cine.

-Ramón Alfonso