Viviendo la posteridad


Ya estamos instalados en la posteridad. En cada pequeño acto de nuestra vida cotidiana, está la intención de dejar una pequeña huella, una marca. Por ejemplo, en el mensaje que dejamos en nuestra red social favorita, ese que todos leerán si nos morimos antes de desactivar la cuenta; en las fotos de la última fiesta o reunión, que colgamos presurosos y exhibicionistas. O en los blogs que llenamos con nuestras obsesiones preferidas.

Vivimos para una imaginaria posteridad, cuando menos podemos jugar a que esta existe, y tomar la delantera eternizándonos en mensajes, ideas y opiniones.

Por eso invitamos a quien lo desee, a dejar una huella en este espacio.


sábado, 3 de marzo de 2012

Tribus Urbanas VI: Hippies ¿Los Hijos De Las Flores? (2) por Cecilia Medo


Bien, continuamos entonces con este apasionante tema. Los hippies, puedes amarlo u odiarlos –para mí, fue siempre más dable lo segundo-, pero no puedes ser indiferente a ellos. Imagino que eso sentían los adultos conservadores durante la segunda mitad de los sesentas, perplejos ante la invasión de chicos greñudos y nenas con coronas de flores en la cabeza, andando por parques, plazas y calles, -a veces medio desnudos…- Qué tal shock. Hasta antes de eso, lo peor que habían visto eran la casacas de cuero de James Dean o Marlon Brando; eso había sido lo más trasgresor. Compadezco de corazón a esa generación de padres y abuelos; no debe haber sido fácil. En fin; hemos encontrado muchos puntos desfavorables en la ideología y modo de vida del hippie típico, pero también varias cosas positivas que hemos resaltado, en un máximo –y loable- intento por ser objetivos. Precisamente vamos a continuar con esta evaluación, intentando profundizar en los tópicos que creemos son más interesantes.

 
                                             Ilustración: Jaime Higa

El Viaje como experiencia: La ruta hippie

Los jóvenes empezaron a viajar como nunca antes lo habían hecho, y esta es una de las innovaciones más interesantes que la subcultura hippie trajo a la vida de la gente común y corriente. El viaje como rito de pasaje. Mejor aún si se viaja a tierras exóticas y extrañas. Los hippies y sus semejantes partían desde Europa hacia la India, Pakistán y Nepal, Katmandú, Bangkok, Goa y etc. Atraídos por el oleaje del misticismo oriental, esos países se convirtieron en tierras prometidas, allí llegaban miles de jóvenes en búsqueda de una experiencia trascendental -de carácter espiritual-. Estos viajes eran auténticas travesías, a veces  muy largas y trabajosas. Por lo general, los viajeros no tenían ni un cobre, así que el auto-stop que se puso de moda se debía más que nada a la necesidad de viajar gratis. Como esto no siempre era posible, existía la alternativa de recorrer cientos o miles de kilómetros en tren o bus, por ejemplo, desde Europa del este se podía atravesar Turquía, y desde allí, abordar un ferry hacia Teherán. Muchos hippies americanos llegaban a Londres o Ámsterdam y desde allí iniciaban estos largos periplos. Es así que nace el mochilero, el arte de mochilear; esta forma de viaje se haría muy popular en América Latina, primero, recibimos a los "gringos hippies" que venían a recorrer estas tierras “mochileando”, que luego copiamos, contribuyendo con nuestras propias versiones de mochileros, deseosos de recorrer sudamérica con tan sólo cuatro trapos en una mochila cargada en las espaldas y dos centavos. Y estos viajes dieron lugar a una nueva forma de hacer turismo, y a nuevos cronistas de viaje. Guías alternativas para recorrer diversos lugares de atractivo empezaron a ser publicadas partiendo de estas experiencias. Recomendamos leer: MacLean, Rory (2008), Magic Bus: On the Hippie Trail from Istanbul to India, London, New York: Penguin Books, Ig Publishing .


Rock Festivals: ¿Paz, amor y música?

También habíamos comentado la importancia que los festivales de rock alcanzaron promovidos por esta subcultura. Presentamos una lista de los más importantes que se dieron exclusivamente durante los 60:
((New Orleans Pop Festival)) (1969)
Bath Festival (1969) 


No, no fueron pocos, los 60 fueron una década signada también por los festivales, que se convirtieron en acontecimientos socio-culturales y musicales. Nuevas formas de expresión de la cultura juvenil. Tendrían que llegar los 80 para asociar el concepto de caridad o ayuda solidaria a los festivales de rock y pop. De ese listado, los legendarios son apenas tres; Monterey pop, Woodstock festival y Altamont Free festival.
Y de esos tres, sería Woodstock el más famoso. Tuvo lugar en los terrenos de la familia Yasgur, en las afueras del estado de New York, se llevó a cabo una jornada de tres días que se suponían de “paz, amor y música”, sin embargo, estos  beatíficos días dejaron un saldo de tres fallecidos por sobredosis de heroína, más un muerto por ruptura del apéndice y otro más, que murió aplastado por un tractor. Pero no hay que ser mezquinos: nos legó varias presentaciones de antología. Por ejemplo, a Jimi Hendrix, que se pasó al mundo entero por donde quiso, y se erigió en el “dios negro de la guitarra eléctrica”. Cuando Jimi interpretó su versión del himno de los EE.UU “The Star-spangled Banner” -y lo recuerdo porque de chica ví una proyección de Woodstock en un cine club de la ciudad-, hasta a mí se me erizaron los vellos de los brazos. Entonces, Woodstock nos dio cosas lamentables, como el consumo masivo e indiscriminado de drogas con sus fatales consecuencias, ello sumado a la proverbial “estupidez” del hippie promedio; pero también nos dejó documentos fílmicos y sonoros como este, que acabo de relatar. Además, estuvo casi todo el mundo en Woodstock: Joan Baez, Joe Cocker, The Who, Sly and the family Stone, Neil Young, Sha-na-na, Crosby, Stills, Nash & Young, Ten years after, Country Joe & The Fish, Jefferson Airplane, Janis Joplin, Creedence Clearwater Revival, Grateful Dead, Santana, Richie Havens, Ravi Shankar, Blood, Sweat & Tears y muchos otros. Ironías a un lado, Woodstock sintetiza lo mejor y lo peor de los festivales de rock. Se hizo una versión edulcorada y descafeinada a mediados de los 90, que no vale la pena reseñar. El festival de música al aire libre nació gracias a los hippies, al César lo que es del César.


La experiencia Psicodélica:
Según wikipedia, la palabra psicodélico fue inventada por el psicólogo británico Humphrey Osmond y significa "que manifiesta el alma". Y es cierto. Si bien esta concepción del arte visual, que se trasladó a la música, no fue creada por los hippies, se popularizó ciertamente gracias a la adhesión de ellos a esta manifestación artística. La psicodelia se inició en algún momento en los años 50, pero fue de la mano de los Beatles -de la época de “Lucy in the sky with diamonds”- que el término se hizo ampliamente conocido y utilizado. La psicodelia siempre estará asociada al movimiento hippie, en gran parte debido al uso de drogas para expandir la conciencia, pasatiempo al que estos eran tan afectos; el arte underground intentó plasmar en formas y sonidos tales experiencias, en las que la realidad -tal como la conocemos- se distorsionaba. Formas extrañas, colores improbables, sonidos de otra dimensión. Y ocurrió que “la experiencia psicodélica” fue mal comprendida y convertida en sinónimo de éxtasis por ingesta de sustancias psico activas. Una lástima, pero quizás con esto sale una vez más a la luz el mayor problema de los hippies: ¡se drogaban demasiado!
Creo, sinceramente y desde el fondo de mi alma, que es preciso estar lúcidos para lograr incluso que una utopía deje de serlo. Creo en la lucidez para lograr desde una meta personal y egoísta, hasta una causa global y altruista. Y creo que los hippies se reventaron a causa de las drogas. Cómo podían ser respetables uno sujetos que aunque tenían buenas intenciones, vivían la mayor parte del tiempo dopados, o en “pleno viaje”. Imposible. La utopía hippie la destruyeron ellos mismos, y le sirvieron en bandeja al sistema  el estereotipo del joven irresponsable y hedonista, que sólo piensa en divertirse. El hippie no experimentó con las drogas de una manera controlada y con una finalidad específica, sino todo lo contrario. Y eso siempre me ha resultado insoportable de los autodenominados “hijos de las flores”.
Creo que con estos acápites hemos desarrollado bastante el tema de esta subcultura, con sus luces y sombras. Pienso que lograron varias contribuciones importantes, y sobre todo, debo resaltar algo: creían en algo, tenían ideales, se rebelaron contra lo peor de un sistema. Esto último me parece lo más valioso. Quizá sea esto lo que deberíamos rescatar: esa capacidad de creer en algo más allá de nosotros, más allá de nuestro propio bienestar. Un sano idealismo que se ajuste a estos tiempos difíciles. Un retorno a una cierta inocencia… ¿Estaremos a tiempo?





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