Viviendo la posteridad


Ya estamos instalados en la posteridad. En cada pequeño acto de nuestra vida cotidiana, está la intención de dejar una pequeña huella, una marca. Por ejemplo, en el mensaje que dejamos en nuestra red social favorita, ese que todos leerán si nos morimos antes de desactivar la cuenta; en las fotos de la última fiesta o reunión, que colgamos presurosos y exhibicionistas. O en los blogs que llenamos con nuestras obsesiones preferidas.

Vivimos para una imaginaria posteridad, cuando menos podemos jugar a que esta existe, y tomar la delantera eternizándonos en mensajes, ideas y opiniones.

Por eso invitamos a quien lo desee, a dejar una huella en este espacio.


miércoles, 17 de octubre de 2012

Priscilla Monge


1968. San José, Costa Rica
La obra de esta artista se articula de manera polisémica en una zona límite que devela los aspectos oscuros y contradictorios de las relaciones humanas, y los ambiguos equemsa de poder y subordinación que rigen estas relaciones a muchos niveles. No es casual pues, que la iconografía deportiva, y sobre todo del fútbol, haya sido un punto de partida importante desde sus inicios y que el juego sea una referencia recurrente a lo largo de su carrera, así como los matices de lo femenino. Aborda este tema específico desde la subalternidad, pero dentro de una óptica poco complaciente con la visión unilateral de la victimización, al plantear sutilmente ciertas complicidades que la permiten.
Su obra obliga a una lectura más compleja y menos lineal que las interpretaciones tradicionales de género: va más allá de lo femenino o masculino para hablar de poder en general, incluyendo lo perverso que puede ser el poder no-dicho de la víctima. Sin embargo, sí se refiere abiertamente a la fragilidad y a la intimidad con piezas realizadas en toallas higiénicas que remiten a aspectos identitarios absolutamente femeninos, como sus Pantalones( para días de menstruación) relizados a fines de los 90, o el Cuarto de aislamiento y protección(2011).


Gran parte de su obra se nutre de su experiencia en un contexto de agresión; sin embargo, sus planteamientos logran trascender la propia intimidad –evita implicarse en su explicitación –y más bien se convierten en una forma de mirar y analizar una sociedad coercitiva y culpabilizante, y de enfrentar los fantasmas personales. Percibe lo cotidiano como un poder velado capaz de generar profundo terror, de desencadenar temores y obsesiones reprimidas: mediante la transformación semántica de los usos comunes y la alteración sutil de escenas cotidianas, insertando siempre un elemento siniestro. Su obra ha sido formalmente innovadora pues la construcción de sentido se inicia desde el escogimiento del material pintura sobre telas de mobiliario, bordados y caligrafía. Pionera en el lenguaje audiovisual, su lección de Maquillaje, fue el primer video centroamericano presentado en una bienal internacional (Sao Paulo, 1998).
Sus referencias por lo general son más cinematrográficas que teóricas o históricas, y en algunos casos, literarias, como sus lecturas de Bataille. Las otras “lecciones” como Morir de Amor (2000), siguen ligadas a estructuras de conducta estereotipadas en relación con la seducción o el abandono.
A lo largo de su producción, amplia, consistente y diversa, hace un alineamiento semiótico de contrarios, que se enriquecen dentro de este mismo contrapunto, así como de la sabiduría popular y sus mitos, y del psicoanálisis. Formalmente, también puede constatarse un contrapunto ente el proceso de producción en serie y la huella o el gesto de la artista en la realización de las piezas, lo cual envuelve más eficazmente al espectador.

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