Viviendo la posteridad


Ya estamos instalados en la posteridad. En cada pequeño acto de nuestra vida cotidiana, está la intención de dejar una pequeña huella, una marca. Por ejemplo, en el mensaje que dejamos en nuestra red social favorita, ese que todos leerán si nos morimos antes de desactivar la cuenta; en las fotos de la última fiesta o reunión, que colgamos presurosos y exhibicionistas. O en los blogs que llenamos con nuestras obsesiones preferidas.

Vivimos para una imaginaria posteridad, cuando menos podemos jugar a que esta existe, y tomar la delantera eternizándonos en mensajes, ideas y opiniones.

Por eso invitamos a quien lo desee, a dejar una huella en este espacio.


viernes, 2 de noviembre de 2012


Rufus Wainwright / Want One (2003)



Sello discográfico: Dreamworks
Producción: Marius De Vries
Dirección artística: R.Wainwright
Nacionalidad: EE.UU
Duración: 58 45
El prestigioso de Rufus Wainwright como uno de los mejores cantautores de los últimos años quedo establecido con sus dos primeros álbumes en solitario, pero con Want One triunfo de una vez por todas. Las enormes ambiciones de Wainwright empiezan con la portada: un autorretrato del artista como caballero prerrafaelita. La música contiene por y rock, opera, clásica, cabaret y hasta MOR de los 70, pero Wainwright rehúye el peligro de caer en excesos camp gracias a su considerable talento de compositor y a los exquisitos arreglos orquestales de las canciones. El resultado es como un musical consistente en una canción tremenda tras otra.
“Oh What a World” situa la voz de Wainwright sobre un fondo de tuba, armonías en contrapunto y cuerdas tipo bolero. “vicious world” lanza pullas contra sí mismo y un ex, acompañado de un Fender Rhodes tembloroso. Muchas de las canciones crecen capa a capa. Escuchad la poderosa “go or goa head” que se alza desde un deslicado resgueo de guitarra hasta terminar en un grito estridente en el estribillo. “Vibrate” goza de un humor peculiar. En “Harvester of hearts” se muestra irónicamente desdichado de amor. No obstante, los sentimientos siempre están compensados por las hábiles letras o la característica interpretación seca de Wainwright. O, en la “11:11”, la conciencia del mundo exterior.
“Dinner at eight” aporta una aproximación más conmovedora, pues su premisa es una reunión tormentosa entre padre e hijo. La prensa hablo mucho del linaje de Wainwright( el padre , Loudon Wainwright III, cantautor ; la madre, Kate Mcgarrigle, cantante folk, que toca el banjo en “14th street” la hermana , Martha, hace coros). Pero Want One es la obra de un artista original con un ego saludable. O bien, como escribe en las notas” este disco está dedicado a mi”.


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