1961. Buenos Aires Argentina
La necesidad de construir el mundo a nuestra medida, de cambiar desde el taller
ese mapa irreversible del espacio habitable, está en el trasfondo de toda la
obrad e un artista intimista y tímido y que por lo tanto procura no dejar una
grieta abierta en sus pinturas por la que podamos asomarnos a su verdadero
interior. Cartografías imposibles, mapas
que ni la imaginación puede explicar, planos de casas que no pueden ser
construidas ni habitadas, telones y escenarios donde no se escenifica nada.
Patios de butacas vacíos, sacados de los dibujos que Internet ofrece en el
servicio de compra de tickets… un mundo en la mesa del cuarto de estar. Ese es
el mundo pictórico de Guillermo Kuitca, posiblemente el más internacional y más
delicado de los artistas argentinos, que mantiene ese toque extraño del que no
es ni de un lugar ni de otro. Tal vez porque su autentico país es una ópera y
su religión un tratado enciclopédico. Un pintor de estudio, amante del dibujo y
del detalle, pero que no se preocupa por los límites, perfeccionista pero que
deja en la sombra del infinito los bordes de unas telas construidas con la
sutileza y el tiempo del que sólo disponen los enfermos.
Desde el deseo de hacer teatro, desde la admiración por un
arte activo, valiente, enfrentado a un público que no siempre es pasivo ni
acepta el esfuerzo del artista, Kuitca va deslizándose hacia la pintura como
una expresión artística no necesariamente narrativa que es capaz de abarcarlo
todo. Pintarlo todo, da igual que sea un lenguaje abstracto o figurativo, un
dibujo o un lienzo, hacer de una línea la unión, el eje entre la vida y su
representación. Un pintor que expone a los trece años por vez primera, que
parece que ser pintor es inevitablemente su destino. Esta afición hacia el
teatro como el gran espectáculo y a la vez como la lucha interna de cada
artista, está presente en gran parte de su obra, no solamente en sus planos de
teatros verdaderos. Toda su obra se podría simplificar como la tensión entre
espacio público y espacio privado, entre figuración y abstracción, en esa
dramática lucha por ofrecerse en sus pinturas pero al mismo tiempo esconderse
detrás de un lenguaje inevitablemente privado. El propio Kuitca ha afirmado que
su relación con los mapas, con esa intención de marcar el territorio no es tanto
un proyecto de conocimiento del mundo sino de borrar, disolver la realidad, las
líneas que dibujan ese mundo externo.
El uso de materiales que saca de Internet, de enciclopedias,
de dibujos, la simplificación de las historias cotidianas de su mezcla con
otras más heroicas va sembrando de ingredientes cada lienzo, cada dibujo,
contándonos la historia de un pintor que quiso ser actor, de un amante del
teatro que actúa en privado, extraño en su propio país: en el país de Nunca
Jamás.
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