Viviendo la posteridad


Ya estamos instalados en la posteridad. En cada pequeño acto de nuestra vida cotidiana, está la intención de dejar una pequeña huella, una marca. Por ejemplo, en el mensaje que dejamos en nuestra red social favorita, ese que todos leerán si nos morimos antes de desactivar la cuenta; en las fotos de la última fiesta o reunión, que colgamos presurosos y exhibicionistas. O en los blogs que llenamos con nuestras obsesiones preferidas.

Vivimos para una imaginaria posteridad, cuando menos podemos jugar a que esta existe, y tomar la delantera eternizándonos en mensajes, ideas y opiniones.

Por eso invitamos a quien lo desee, a dejar una huella en este espacio.


jueves, 17 de mayo de 2012

Luis Saray, Lector de los nuevos sueños por Gabriela Diaz Palma




Yo creo que desde muy pequeño mi desdicha y mi dicho, al mismo tiempo, fue el no aceptar las cosas como me eran dadas(…) parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas.
Julio Cortázar.



No existen hombres sin sueños, ni imaginación sin dueño. La riqueza del imaginario humano se funda en la capacidad ilimitada de crear mundos nuevos y paralelos a una realidad existente, estructurada y reducida. En este escenario, muchas veces se simulan certezas y verdades que tomamos por ciertas, sin cuestionar ni poner en duda la legitimidad del espacio en el que nos situamos y cómo se nos presenta este. Sin embargo, Luis Saray, artista visual colombiano, nos induce a una quimera de posibilidades que ilustran lo que sucede en el mundo a través de sus ojos.
Ganador de la beca de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), llega a Lima a presentar un pedacito de su trayectoria en Arqueología de la basura.
Su iniciativa visual y conceptual permitió su selección en el Programa de becas 2010-Residencia, coordinado por la Asociación Peruano Española ComuninA, sensible hacia proyectos socioculturales de manera interactiva, destacando en el ámbito artístico a partir “de la comunicación emergente”. Gracias a ella y en coordinación con otros colaboradores aliados del arte, como Bruno Gallery, Luis Saray realiza su experiencia social y artística.



Revela dos mundos antagónicos: uno cotidiano y real, y el otro inexplicable e inasible.
Plasma, entonces, un juicio propio y original que rompe con el entendimiento usual para crear, precisamente, una impresión profunda en un mundo “nuevo” donde el espectador está comprendido como habitante de esta realidad. Esta circunspección que aplica para la realización de su obra aborda un trabajo de investigación que se inicia con el estudio de algunas obras prehispánicas y otras de arte contemporáneo colombiano, mexicano y finalmente peruano. Saray busca rescatar ideologías que parecen olvidadas y, mediante la reinterpretación, recrear piezas bajo los valores actuales. Se trata de reconstruir, reinventar y transformar los vestigios del pasado para entender nuestro presente e identificarnos con él.
ConsuMonsters, proyecto que se inicia hace algunos años en Colombia, es la creación de un bestiario fantástico que parte de una reflexión respecto al presente en el que vivimos y el respeto que demostramos a nuestro entorno cercano. Recoge objetos y hechos cotidianos (nuestra basura) que responden al inconsciente colectivo de las personas, subordinado al “compromiso” de los medios comunicativos y tecnológicos como la radio o la televisión. Critica el modo en que estos, en vez de “formar sociedades”, las manejan y fabrican intereses. Y observa cómo sus necesidades sufren variaciones de acuerdo a la emergencia de lo latente: “el consumo popular”. Juega con la instalación, la tecnología mediática, los videomonsters.
No teme explotar  los límites de su propuesta
El pop art se ve transgredido y superado pues, a partir del reciclaje, emplea la basura como material primordial de su composición y “el medio de consumo” es su principal recurrente.
Por ello los productos de consumo masivo y su idea del “arte de la reutilización” serán su fundamento. Mediante la instalación, en la que confluyen tnato naturaleza como fantasía, reta al universo en el que existimos: un orden cerrado, para convencer al público de sumergirse en la dimensión de la pesadilla o de la revelación de un modo natural y lúdico, que no se materializa sino hasta la ilustración de sus pequeñas bestias de ensueño, a quienes les atribuye humanidad. Un mundo en el cual sus principales personajes son “bestias” en los diversos sentidos que puede tomar la palabra. Es decir, las actitudes básicamente humanas van dejando lugar a actitudes bestiales y monstruosas que emergen en el actual del os personajes y los identifican con los seres antropomorfos de nuestra historia.
Reinventa lo que ya está inventado pues la originalidad se ha visto perdida con los eclecticismos del hombre. Se pregunta: ¿Qué es arte realmente?, ¿Cómo es que el individuo le atribuye más o menos valor según los paradigmas a los que uno trata de imitar? Responde estos cuestionamientos a través de su imaginario fantástico, que trata de destructurar lo que un toma por verdad, con su capacidad de asombro. Esboza la invasión de algo extraño, misterioso, indeterminado, pero  a la vez esperado y aceptado por los protagonistas: nosotros. Un “de repente” que anticipa la proximidad de un suceso que suspenderá la cotidianeidad que se describió antes.
Este bestiario fantástico, a modo de fábula o cuentito moralista, se contrapone a otras figuras con atributos humanos; por ejemplo los animales que aparecen en gráficas de productos comerciales “como el gallito de Kelloggs”. Estos no tienes moraleja, sino un mensaje subliminal de consumo y el “hombre masa es un idiota conducido”. Aquello que busca plasmar explícitamente no es un discurso, sino la ilustración de su juicio.
Sin embargo, enfrentamos ese llamado de atención a través de una lectura ingenua e ilusoria, que llega a nuestro inconsciente como sorpresa, y es que “del juego siempre hemos aprendido”.
Luis Saray logra superponer estos dos mundos de diversa complexión, pero que se entrecruzan en la vida y en el interior de los personajes mismos. No se trata de una tendencia a interpretar realidades donde bien y mal luchan en polos opuestos, sino de crear un espacio que despierte la sensibilidad del individuo, donde ninguna realidad es una certeza. Y logra introducirnos a un espacio fantástico de territorios sin fronteras; su imaginación.


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