El sentido del humor de Christian Lacroix, su afición
provenzal por el rosa intenso y el rojo vivo, su visión caleidoscópica de los
suntuosos bordados, lentejuelas y cuentas y sus novedosas y audaces siluetas lo
definen como un diseñador profundamente original. Nacido en Arles, Francia, en
1951, Lacroix creció inmerso en la cultura meridional: los trajes de luces y
las tradiciones gitanas han inspirado constantemente su estilo, marcadamente
decorativo. En 1973 Lacroix se trasladó a París, donde estudió en La Sorbonne y
la Ecole du Louvre, para convertirse en conservador de museo. Ese mismo año
conoció a su futura esposa, Françoise, quien los convenció para que abandonara
las vetustas salas de exposición a
diseñar ropa. Hermès fue la primera casa que lo contrató, en 1978, y luego lo
hizo Guy Paulin, en 1980. Un año más tarde Lacroix se sumerge por primera vez
en la alta costura diseñando para Jean Patou. Presentando temporada tras
temporada una moda fantástica y opulenta, Lacroix infundió renovada vida a un
arte que, según se comentaba, laguidecía. A mediados de los ochenta le llegó el
éxito de repente. Su colección de 1986 de vestidos de cóctel con faldas
abullonadas lo convirtió en una celebridad internacional y le valió el
prestigioso Dedal de Oro de la alta costura. En 1987, Bernard Arnault financia
la fundación de la casa de alta costura Christian Lacroix,, la primera que se
abría desde la de Saint Laurent, en 1962, Lacroix se convirtió en una de
las firmas más buscadas de la época, y
ejerció una enorme influencia en la moda de los ochenta; en opinión de muchos,
sus prendas evocaban decadencia, y por lo tanto simbolizaban esa década no sólo
en lo que concernía a la moda sino también a la historia social. En 1987 lanzó
una línea de pret-a porter, y en 1994, la línea Bazar, En la primavera del
2002, Christian Lacroix fue nombrado diseñador de la casa Pucci.
Un espacio para exponer, compartir y discutir las ideas más diversas.
Viviendo la posteridad
Ya estamos instalados en la posteridad. En cada pequeño acto de nuestra vida cotidiana, está la intención de dejar una pequeña huella, una marca. Por ejemplo, en el mensaje que dejamos en nuestra red social favorita, ese que todos leerán si nos morimos antes de desactivar la cuenta; en las fotos de la última fiesta o reunión, que colgamos presurosos y exhibicionistas. O en los blogs que llenamos con nuestras obsesiones preferidas.
Vivimos para una imaginaria posteridad, cuando menos podemos jugar a que esta existe, y tomar la delantera eternizándonos en mensajes, ideas y opiniones.
Por eso invitamos a quien lo desee, a dejar una huella en este espacio.
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