1958. Santa Fe, Argentina
La obra de Marcos López pasa por tres etapas importantes.
Entre 1984 y 1993 realiza retratos individuales en blanco y negro, con un
detallista trabajo de escenificación. El retratado posa serenamente
interpelando a cámara, y en torno a él se crea una atmósfera de objetos
cotidianos de amplían el retrato a la totalidad de la imagen. El humor a veces
surge de la expresión o caracterización del “modelo”, y otras, de la asociación
que se genera entre éste y los objetos
que lo acompañan o el lugar en el que se presenta. En las fotografías menos
intimistas emerge incluso un borde ridículo, sugerido en la demasiado
concentración de una mirada, o en la solemnidad que edifica el retratado a
partir, se presume, de la alta idea que tiene de sí mismo. Aquí empiezan a
destilarse los primeros gestos paródicos –vía lo grotesco y lo Kitsch-, que
serán condimentos principales de su obra de los años 90. Efectivamente, es en
el conjunto de series y fotos sueltas que componen Pop latino (1993-1999),
donde López desmantela la idea de color local latinoamericano y la producción
socio-política que le da sustento. Mientras el neoliberalismo se implanta
violentamente en la Argentina con las dos presidencias de Carlos Menem, López
produce un espejo crítico de todo un estilo de vida con razón llamado
menemista. Su trabajo crece junto con el nuevo rico- y el nuevo pobre-
latinoamericano, los pastiches resultantes de la mezcla de representaciones, aspiraciones de diversad clases sociales y culturales, y el choque desfasado entre
mitos populares- Evita, el Che, Gardel- y las nuevas tecnologías de
comunicación. López registra y confronta- parodiando la copia identitaria
fraudulenta-, la acentuación del proceso de degradación económico-cultural de América
Latina en el marco del mundo globalizado. Recorre los años 90 latinizando el
pop. Algunas fotos son tomas directas con poca producción extra. Otras resultan
de escenificaciones atiborradas de baratijas y chistes, puestas en escena y
copias repintadas.
En algunas de sus últimas obras, con menos estridencia
cromática y menos sorna, López produce hibridaciones entre algunos momentos de
la historia del arte y el documento periodístico y los mitos de Pop latino,
travestismo que resulta un tono emocional un poco más sombrío.
En este conjunto de fotografías, en donde, por ejemplo, hay
versiones femeninas de la famosa foto del cadáver del Che en Bolivia y de la
iconografía pictórica del martirio de San Sebastián, la complejidad de la
composición- forzada por las posibilidades tecnológicas y limitada por el juego
de fidelidades por las posibilidades tecnológicas y limitada por el juego de fidelidades y
trasgresiones que la cita exige- se torna una parodia de la sacralización de
ciertas imágenes-burguesas o de izquierda, sacras o profanas-, una parodia de
la corrección política, y una parodia del procedimiento de la escenificación.
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