Viviendo la posteridad


Ya estamos instalados en la posteridad. En cada pequeño acto de nuestra vida cotidiana, está la intención de dejar una pequeña huella, una marca. Por ejemplo, en el mensaje que dejamos en nuestra red social favorita, ese que todos leerán si nos morimos antes de desactivar la cuenta; en las fotos de la última fiesta o reunión, que colgamos presurosos y exhibicionistas. O en los blogs que llenamos con nuestras obsesiones preferidas.

Vivimos para una imaginaria posteridad, cuando menos podemos jugar a que esta existe, y tomar la delantera eternizándonos en mensajes, ideas y opiniones.

Por eso invitamos a quien lo desee, a dejar una huella en este espacio.


lunes, 23 de julio de 2012

Luz Letts-La prevalencia de lo mínimo porValeria Quintana Revoredo






Luego de cuatro años de su última exposición individual, Luz Letts prepara un nuevo proyecto que será mostrado hacia julio de este año en la galería Lucía de la Puente, lo cual nos permite reflexionar acerca de una de las más sólidas carreras plásticas en nuestro país.


Analizar la obra de Luz Letts (Lima, 1961) implica detenernos, aunque sea brevemente, en un período vital en la historia de las artes visuales en nuestro medio. Su actividad como artista plástica graduada de la Escuela de Arte de la Pontificia Universidad Católica del Perú se inicia en los primeros años de la década de los noventa, momento de enormes tensiones políticas y sociales que anunciaban tanto la derrota de la amenaza terrorista como el total empobrecimiento de la institucionalidad democrática y la fatal consecuencia del advenimiento de una nueva y siniestra maquinaria de poder estructurada desde el mismo Estado. En la escena artística local se empieza a configurar una nueva generación de artistas plásticos que reaccionan ante los acontecimientos desde variados medios visuales, entre los cuales la pintura no estuvo exenta de representación.

Hacia fines de la década comenzó uno de los más ambiciosos proyectos culturales vinculados a las artes visuales emprendidos por profesionales del medio en estrecha colaboración con entidades del Estado. Me refiero a la Bienal Iberoamericana y Nacional de Lima (1997-2002), que permitió situar nuestro entorno en un amplio escenario de diálogo regional. Muchas son las controversias y variados los disentimientos en torno a esta iniciativa; sin  embargo, no se puede negar que significó una valiosa oportunidad para poner en la mesa diferentes temas de urgencia inmediata en cuanto a las prácticas curatoriales, críticas y artísticas que pocas veces después tuvieron tan notoria cabida.

Es dentro de este contexto que Luz Letts participa con dos proyectos que se alejan formalmente de la pintura. El primero fue Un país por nacer (II Bienal Nacional de Lima, 2000), sobrecogedora instalación que recoge con escasos elementos los restos “crionizados” de manera precaria, en frascos de vidrio y cajas de cartón, de aquellas posibles semillas democráticas o proyectos de país que culminaron abortados a lo largo de nuestra historia. 

El segundo proyecto, El azar como destino, se dio con motivo de la edición iberoamericana (y ultima del evento) del 2002. Esta recordada instalación nuevamente ironizaba acerca de las escasas posibilidades democráticas de una nación cuya reiterada estrategia consiste en lanzar monedas al aire al momento de elegir a sus gobernantes. Diez años después la estrategia no ha variado y ante la ausencia crónica de opciones la vieja usanza parece seguir siendo el recurso general.

Comento ambas instalaciones pues significaron momentos de exploración fuera del campo pictórico en la obra de Letts, pero que de ninguna manera se alejan de los temas que forman parte de sus intereses artísticos.

Desde sus proyectos pictóricos tempranos, Letts ha conformado una iconografía personal basada en dos personajes anónimos que representan los principios masculino y femenino en constante diálogo con diversos paisajes y elementos, tejiendo entre sí múltiples alegorías de la condición humana. No son ajenos a los pequeños dramas de lo doméstico ni a los grandes avatares de la política; sin embargo, en sus telas y soportes de madera todos, sin diferenciación, se ven siempre enfrentados a la alteración de sus propias dimensiones. Seres tan pequeños y frágiles que se balancean en una cuerda sostenida por dos semejantes enormes (El pacto, 2008) o tan grandes que sostienen en sus manos varias extensiones de sí mismos (Árbol genealógico, 2004) pueblan este imaginario cargado de ironías, sutilezas, humor y aguda observación.

Este juego de alteraciones (y alteridades) se reitera también en los objetos que enmarcan el accionar de los personajes: sillas, camas, bancas, estructuras laberínticas, animales, seres fantásticos, jardines, espacios acuáticos, bosques, cuerdas, esbozos de banderas, el aire, el vacío, sostienen y definen las narraciones detenidas de estos personajes.
Situaciones de descanso, de introspección, de movimiento, de riesgo, conviven en una amalgama de eventos yuxtapuestos que suelen confundirse, en algunos casos, con imágenes surrealistas y oníricas. Sin embargo, estas escenas van un poco más allá de la anécdota tratando de erigirse como construcciones simbólicas que buscan ser leídas sin complicaciones argumentales y enriquecerse a sí mismas con el sinfín de lecturas que de ellas puedan desprenderse.

La pintura de Letts se afianza potentemente en su notable dibujo, magistral en su sencillez y capacidad expresiva; encontrando en el uso sobrio del color la atmósfera más adecuada que le permite desplegar sin falsos aderezos cada elemento.

Sus recientes exposiciones individuales, Mortales (2004) y Los equilibristas (2008), ambas presentadas en la galería Lucía de la Puente, conformaron de alguna manera un ciclo de reflexión en torno a la muerte y a la precariedad de la existencia, entendida la primera no como un evento funesto sino más bien como una comprobación de nuestra estadía pasajera en el mundo. La presencia de personajes fecundados señala la innegable ligazón existente entre ambos umbrales, por lo que al ser la muerte  inevitable se impone la necesidad de vivir en armonía con la certeza de su llegada.

En el siguiente proyecto, la indagación giró en torno a la presencia de frágiles equilibrios entre los cuales la vida debe discurrir. Sostenidos de cuerdas, zancos, ramas, e incluso plácidas hamacas, los personajes deben balancearse continuamente para alcanzar sus metas o simplemente para no desmoronarse.

La nueva serie de obras que Luz Letts tiene en preparación para ser exhibidas en el mes de julio de este año nos coloca una vez más ante un arco narrativo que podría situarse conceptualmente muy al lado de los precedentes. En ellas se mantiene la sensación de precario equilibrio, pero somete a los personajes a un nuevo reto al colocarlos de cabeza. La perspectiva al revés, como toda perspectiva alterada, modifica nuestra mirada y dota de nuevos horizontes aquello que se da por sentado. Pero también nos remite a la condición posmoderna de la velocidad, a la importancia de lo banal, al imperio de la superficialidad, a la inmediatez que pone en riesgo el futuro y extingue poblaciones, especies y recursos. Sin embargo, en medio de toda aquella insania el ser humano prevalece y, afirma la artista, esto es posible gracias a las pequeñas cosas, a las cotidianeidades mínimas que ejercen un momento liberador de plenitud.  Esas pequeñas acciones a las que no se debería descuidar, pues son las que evitan que nuestra vida gire irremediablemente al revés todo el tiempo.



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