Viviendo la posteridad


Ya estamos instalados en la posteridad. En cada pequeño acto de nuestra vida cotidiana, está la intención de dejar una pequeña huella, una marca. Por ejemplo, en el mensaje que dejamos en nuestra red social favorita, ese que todos leerán si nos morimos antes de desactivar la cuenta; en las fotos de la última fiesta o reunión, que colgamos presurosos y exhibicionistas. O en los blogs que llenamos con nuestras obsesiones preferidas.

Vivimos para una imaginaria posteridad, cuando menos podemos jugar a que esta existe, y tomar la delantera eternizándonos en mensajes, ideas y opiniones.

Por eso invitamos a quien lo desee, a dejar una huella en este espacio.


miércoles, 25 de julio de 2012

Marcos López




1958. Santa Fe, Argentina
La obra de Marcos López pasa por tres etapas importantes. Entre 1984 y 1993 realiza retratos individuales en blanco y negro, con un detallista trabajo de escenificación. El retratado posa serenamente interpelando a cámara, y en torno a él se crea una atmósfera de objetos cotidianos de amplían el retrato a la totalidad de la imagen. El humor a veces surge de la expresión o caracterización del “modelo”, y otras, de la asociación que se genera entre éste  y los objetos que lo acompañan o el lugar en el que se presenta. En las fotografías menos intimistas emerge incluso un borde ridículo, sugerido en la demasiado concentración de una mirada, o en la solemnidad que edifica el retratado a partir, se presume, de la alta idea que tiene de sí mismo. Aquí empiezan a destilarse los primeros gestos paródicos –vía lo grotesco y lo Kitsch-, que serán condimentos principales de su obra de los años 90. Efectivamente, es en el conjunto de series y fotos sueltas que componen Pop latino (1993-1999), donde López desmantela la idea de color local latinoamericano y la producción socio-política que le da sustento. Mientras el neoliberalismo se implanta violentamente en la Argentina con las dos presidencias de Carlos Menem, López produce un espejo crítico de todo un estilo de vida con razón llamado menemista. Su trabajo crece junto con el nuevo rico- y el nuevo pobre- latinoamericano, los pastiches resultantes de la mezcla de representaciones,  aspiraciones de diversad clases sociales  y culturales, y el choque desfasado entre mitos populares- Evita, el Che, Gardel- y las nuevas tecnologías de comunicación. López registra y confronta- parodiando la copia identitaria fraudulenta-, la acentuación del proceso de degradación económico-cultural de América Latina en el marco del mundo globalizado. Recorre los años 90 latinizando el pop. Algunas fotos son tomas directas con poca producción extra. Otras resultan de escenificaciones atiborradas de baratijas y chistes, puestas en escena y copias repintadas.

En algunas de sus últimas obras, con menos estridencia cromática y menos sorna, López produce hibridaciones entre algunos momentos de la historia del arte y el documento periodístico y los mitos de Pop latino, travestismo que resulta un tono emocional un poco más sombrío.
En este conjunto de fotografías, en donde, por ejemplo, hay versiones femeninas de la famosa foto del cadáver del Che en Bolivia y de la iconografía pictórica del martirio de San Sebastián, la complejidad de la composición- forzada por las posibilidades tecnológicas y limitada por el juego de fidelidades por las posibilidades tecnológicas  y limitada por el juego de fidelidades y trasgresiones que la cita exige- se torna una parodia de la sacralización de ciertas imágenes-burguesas o de izquierda, sacras o profanas-, una parodia de la corrección política, y una parodia del procedimiento de la escenificación.

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